Dame, Señor, la fe que no razona y que en todo te ve.
Esclarece los ojos de mi alma, dame vida de fe.
Yo no entiendo el porqué de muchas cosas, pero confío en ti.
Cuando Tú lo permites y lo dispones, convendrá así.
Que eres el más amante de los padres, no lo puedo dudar.
Por eso, aunque me aflijas, te quiero siempre amar.
Quiero vivir unido siempre a tu voluntad y verte a Ti en todos los sucesos de mi vida.
Y, ciegos los ojos del sentido, que ni entienden ni ven,
elevar mi mirada hacia el cielo, «por la vida de fe».