El pasado 5 de octubre arrancó el Sínodo Extraordinario sobre la Familia, que concluirá el próximo día 19. Aunque no están previstas discusiones sobre cambios doctrinales, el Sínodo sí está abordando temas que hasta hace muy poco eran tabú en ambientes eclesiásticos, como la realidad de las familias LGTB. Una circunstancia que está siendo aprovechada por grupos LGTB cristianos y que genera inquietud en sectores conservadores, que tratan de contrarrestar cualquier posible tendencia aperturista.
Hace un año el papa Francisco anunciaba la convocatoria del Sínodo, cuyo objetivo era reunir a obispos católicos de todo el mundo para debatir sobre los desafíos de las nuevas realidades familiares. Para los no católicos es difícil entender su repercusión, en tanto sí algo está claro es que no va a producirse ningún cambio en los principios doctrinales. El documento preparatorio, del que en su momento informamos, introdujo de hecho pocas novedades y defraudó expectativas. Todo posible cambio parece referirse más bien a cómo se aplican dichos principios. En este sentido, el debate gira en torno al principio católico de misericordia: hasta qué punto la aplicación se flexibiliza atendiendo a que las personas “no siempre son capaces” de cumplir con la integridad de la doctrina.
La importancia de este Sínodo para los católicos radica además en la inusitada franqueza con la que se está discutiendo. El propio papa exhortó a los obispos a que “hablen claramente. Que nadie diga: ‘No puedo decir esto’”. Igualmente, el secretario del Sínodo, cardenal Lorenzo Baldisseri, ha afirmado que los participantes son “libres de hablar con los periodistas y de dar entrevistas fuera del aula sinodal; queda a la prudencia de cada quien la evaluación de qué decir para acompañar el debate en sus diferentes argumentos”. Una libertad inaudita en medios eclesiásticos, al menos desde los años del Concilio Vaticano II y del inmediato posconcilio.
La realidad LGTB en el Sínodo
El gran tema del Sínodo, y donde se esperan los cambios más novedosos, está siendo si los católicos que se divorcian y contraen nuevo enlace por lo civil pueden comulgar. Pero también tiene acto de presencia la realidad LGTB, un tema en el que se espera menos apertura. Sea como sea, es posible que el Sínodo haga un cierto desarrollo aperturista de la doctrina. Es lo que ha afirmado al menos el obispo de Dublín, Diarmuid Martin. Algo que daría un paso más respecto del énfasis en cambiar solo el tono. Este 12 de octubre el Vaticano emitía de hecho un comunicado en el que afirmaba su “respeto” y “comprensión” hacia las parejas del mismo sexo, al tiempo que se recalcaba la doctrina sobre el matrimonio.
Destaca especialmente el testimonio de un matrimonio católico australiano, publicado en la página oficial del Sínodo, que ante los obispos participantes mencionaron el ejemplo del hijo de una pareja amiga: “Tomen la homosexualidad como un ejemplo. Unos amigos nuestros estaban organizando su reunión familiar de Navidad cuando su hijo gay dijo que quería traerse también a su compañero a casa. Creían plenamente en la enseñanza de la Iglesia y sabían que sus nietos les verían darle la bienvenida en la familia al hijo y su compañero. Su respuesta podría resumirse en tres palabras: ‘es nuestro hijo’”.
Con todo, lo más sólido hasta el momento es la síntesis presentada por el propio Sínodo de las discusiones de la primera semana. Se trata de la “Relatio post disceptationem”. Sobre las personas homosexuales afirma que “tienen dones y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana: ¿estamos en grado de recibir a estas personas, garantizándoles un espacio de fraternidad en nuestras comunidades? A menudo desean encontrar una Iglesia que sea casa acogedora para ellos. ¿Nuestras comunidades están en grado de serlo, aceptando y evaluando su orientación sexual, sin comprometer la doctrina católica sobre la familia y el matrimonio?”. Sobre las parejas, además, se dice que “hay casos en que el apoyo mutuo, hasta el sacrificio, constituye un valioso soporte para la vida de las parejas” y que el asunto “requiere una reflexión seria sobre cómo elaborar caminos realistas de crecimiento afectivo y de madurez humana y evangélica integrando la dimensión sexual”. Sobre sus familias, el documento sostiene que “la Iglesia tiene atención especial hacia los niños que viven con parejas del mismo sexo, reiterando que en primer lugar se deben poner siempre las exigencias y derechos de los pequeños”.
En el seno del activismo LGTB cristiano muchos quieren ver el inicio de un camino. Francis DeBernardo, director general de New Ways Ministry, cree que “lo que estamos viendo es una ruptura en el hielo que habíamos estado esperando desde hace mucho tiempo (…) Es la señal de un primer paso”. Por su parte, la revista America, publicación jesuita de Estados Unidos, habla de un “cambio asombroso” en el enfoque hacia las personas LGTB. Otros activistas se muestran mucho más prudentes y ponen freno a las expectativas, recordando quizá como el cardenal Francesco Coccopalmerio sentenciaba el pasado jueves que la iglesia “nunca” aceptará el matrimonio entre personas del mismo sexo ni bendecirá sus uniones.
Con todo, el resultado final del Sínodo lo veremos en el documento final que se elaborará a partir de esta síntesis y de las discusiones que tengan lugar esta segunda semana, y que será votado el sábado 18 de octubre. Entonces sabremos qué queda de todas estas intervenciones en el documento final, previsiblemente la base sobre la que más adelante se adoptaran decisiones.
Las personas LGTB cristianas se organizan para hacerse oír
Pero más allá del Sínodo propiamente dicho, los grupos y personas LGTB cristianas aprovechan la ocasión para hacerse notar. En este sentido destaca el Congreso “Los caminos del amor”, que tuvo lugar en Roma el 3 de octubre moderado por el vaticanista Marco Politi y que contó incluso con la presencia de miembros de la jerarquía católica. Destacó especialmente la intervención del cardenal Geoffrey Robinson, obispo auxiliar de Sídney hasta 2004 y que ha destacado en el pasado por sus declaraciones aperturistas. “Fue Dios quien creó un mundo en el que hay heterosexuales y homosexuales. No fue un error de Dios que los humanos tengan que reparar. Es sólo una parte innegable de la creación de Dios. Los únicos actos que son naturales para los homosexuales son los actos homosexuales (…) ¿Por qué habríamos de decir que los homosexuales están actuando en contra de la naturaleza cuando están actuando de acuerdo a la única naturaleza que han experimentado?”, expresó (puedes acceder a su discurso aquí, en italiano). El congreso emitió un documento con propuestas a los participantes en el Sínodo que recogen la plena inclusión de las personas LGTB (puedes acceder al mismo, en inglés, en este enlace).
Coincidiendo con el Sínodo también se ha celebrado el Primer Encuentro Mundial de Asociaciones Homosexuales Católicas, organizado por Rumos Novos en Portimão (Portugal) del 6 al 8 de octubre, y al que asistieron representantes de Portugal, España, Estados Unidos, México, Perú, Costa Rica, Brasil y Argentina. Entre las decisiones tomadas está la de formalizar la asociación y enviar una serie de peticiones al cardenal Baldisseri. Finalmente, están también las acciones individuales que logran hacerse un hueco en internet y las redes sociales. Es el caso del abandono de la orden jesuita y la carta dirigida al papa de Benjamin Brenkert, que recogimos hace unos días.
Los sectores conservadores intentan contraatacar
No todos ven con buenos ojos esta apertura, por mínima que sea. En este sentido, también los sectores conservadores se han agrupado y reaccionado. Ya antes del Sínodo, por ejemplo, se publicó un libro firmado por cinco cardenales que pretendía dar por cerrado el debate sobre el divorcio. Tampoco han perdido ocasión de referirse a las personas LGTB. Es el caso de Georg Gänswein, el que fuera secretario personal de Joseph Ratzinger, que en una entrevista ha afirmado, repitiendo casi literalmente el Catecismo, que “la Iglesia, apoyándose en la Sagrada Escritura y en la Tradición, siempre declaró que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados. Son contrarios a la ley natural, porque impiden al acto sexual el don de la vida“.
La síntesis de la primera semana del Sínodo ha dado también lugar a una sonada reacción contraria del cardenal alemán Gerhard Ludwig Müller, actual prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe, según el cual “la Iglesia no puede reconocer a las parejas homosexuales”. Müller se ha mostrado también en contra de la libertad de los participantes para hablar en el Sínodo dando voz “a las protestas”.
Otros han ido aún más lejos en su virulencia. Es el caso del cardenal estadounidense Raimond Burke, conocido por su conservadurismo, que replicaba al testimonio del matrimonio australiano antes citado afirmando que “si las relaciones homosexuales son intrínsecamente desordenadas, como lo son (la razón nos lo enseña y también nuestra fe), entonces, ¿qué significado tendría de cara a los nietos que tuvieran ante su presencia en una reunión familiar a un miembro de la familia que está viviendo una relación desordenada con otra persona”. Burke añadía que “si se tratara de otro tipo de relaciones (algo desordenado y dañino) no expondríamos a nuestros hijos a estas relaciones, a la experiencia directa de las mismas. Tampoco lo deberíamos hacer en el caso de un miembro de la familia que no sólo sufre de atracción por el mismo sexo sino que la vive públicamente, que actúa según ella, cometiendo actos que en todas partes son erróneos y malos”.
En definitiva, el Sínodo está sirviendo para movilizar debates y sacar a la luz temas que en ambientes eclesiásticos era difícil abordar. También está sirviendo para que tengan más ecos las iniciativas de grupos LGTB cristianos. El solo hecho de que haya una mayor franqueza para abordar el tema parece también poner muy nerviosas a algunas personas, con reafirmaciones exacerbadas. Es aún pronto para adelantar resultados concretos en una institución cuyos ritmos son muy lentos. Habrá que esperar y ver que da de sí el paso del tiempo.