Dios nos exhorta como a hijos suyos: no desprecies la corrección del Señor y cuando te reprenda, no te desalientes. Porque el Señor corrige al que ama y reprende a todo aquel que recibe por hijo. Y ¿hay algún hijo que no sea corregido por su padre? Toda corrección es motivo de tristeza cuando se recibe, no de alegría; pero más tarde, produce frutos de paz y de justicia en los que han sido adiestrados por ella. Estén atentos para que nadie sea privado de la gracia de Dios, y para que no brote ninguna raíz venenosa capaz de perturbar y contaminar a la comunidad.