Una persona madura equilibra, sin mayores tensiones, el corazón y la cabeza, la afectividad y la razón. La persona madura se muestra tal cual es, sin tener que ocultar lo que siente sino estando en orden consigo mismo e integrando la dureza sin replegarse. La autoafirmación y la sexualidad son compañeras de camino, no enemigas. Disfruta de la amistad y ternura, le encanta luchar y tener un mundo propio.