Inmiscuyendo a Dios en nuestras decisiones. Dejando un resquicio a Jesús de Nazaret para que tenga voz y voto cuando tomamos opciones. Permitiendo a nuestro corazón y nuestra conciencia escuchar la voz interna del Espíritu cuando nos encontramos en una encrucijada de posibilidades. Para no permitir decantarnos por el vano honor de este mundo, nuestros deseos y apetencias, sino para escoger el intrincado y difícil camino que elegiría Jesús de Nazaret. Un camino de espinos y cardos, pero que también tiene sus rosas. Rogando a nuestra Señora que nos ponga con su Hijo para discernir y elegir según su criterio.