Hay veces que Dios se hace presente en medio de su ausencia. Hay veces que simplemente sabemos que está ahí porque algo fuera de la razón, el sentir o los sentidos del alma o del cuerpo nos muestra que es así. Hay veces que las cosas brillan más de lo usual, sin razon y es Él la única respuesta posible.
Hay veces que en una de nuestras moradas interiores del alma se enciende una luz con el único propósito de mostrarnos que esa habitación está reparada, sanada y lista para ofrecer y cumplir el plan por la que ha sido reacondicionada de una forma nueva.
Me dicen que soy un alma enamorada y tal vez tengan razón . Seguramente estará enamorada de su Dios en primer lugar, pero luego de la Vida misma y de todos sus dones. Reconozco que mi naturaleza es totalmente contraria a estas cosas. Mi personalidad de libro psicológico siempre lo ha sido. Pero un día Dios irrumpió en mi vida, fue trascendiendo de a poco cada palabra escrita en ese libro y convirtiendo mi naturaleza humana en una naturaleza espiritual. Menudo curro doy al pobre!!!
Pero es esa alma mía enamorada la que sabe que la letra no es lo importante sino el espíritu y que le dice «Hágase en mí según tu palabra», una y otra vez. Para que sea Él quien engendre un nuevo Norberto. Y Él con ese «SI» hace la maravilla de romper, clavar, azotar, matar mi ego y así hacerme salir de la visión de mi propio ombligo, de mis miedos, de mis estructuras rígidas y de abrirme al misterio de la vida que quiere darme.
Esa vida donde Él se me manifiesta y desde donde me trae «dones», regalos de cambios, de superación, de aprendizaje, de una autoconciencia autorresponsable de mi vivir sin miedos y en el Amor.
Hace un tiempo este Dios, «mi» Dios, me ha hecho el regalo de encender una luz en la habitación de mi corazón para mostrarme que estaba reformado, listo, abierto, sanado, brillante y luminoso.
Con esa simple participación, Dios cumplió su voluntad en mi y el fuego quedó encendido, calentando esa habitación y mostrando con su luz que todo esta bien, que mi corazón esta sano, palpita, fluye y está abierto a la experiencia de honrar la vida como Dios manda.