Gracias, María, gracias, por ser del Señor. Por estar disponible y dispuesta a colaborar con el plan de Dios, dejando que sucediera en ti lo que había previsto. Gracias, María, gracias. Muchas gracias. Muchísimas gracias. Porque por ti, un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Y la soberanía reposará sobre sus hombros y le llamarán Maravilloso Consejero, Dios Todopoderoso, Padre Perpetuo, Príncipe de la Paz (Is 9, 10).