Cada niño ha sido creado, como vosotros y yo, para un gran designio: el de amar y ser amado. Las escrituras nos traen las palabras de Dios a su profera: «Te he llamado por tu nombre, eres mía, eres preciosa a mis ojos, te amo» […] «Mira, te he grabado en las palmas de mi mano». ¡Cuántos millones de seres en su mano! y sin embargo me puede ver ahí, plenamente en su mano. Resulta maravilloso pensar en ello cuando sufrimos, cuando nos sentimos solos, cuando somos víctimas de la inquietud. Recordad que estáis ahí, en su mano; y en el momento en que más sufrís, sus ojos están fijos en vosotros, sois preciosos a sus ojos (Teresa de Calcuta).