Comprendiendo que el «fundamento» es un todo orgánico, donde no hay jerarquía sino que es una unicidad del SER, donde cada fundamento es solo una faceta de expresión, pues yo le respondí claramente a Ignacio de Loyola:
Mi fundamento es diversidad, inclusión, servicio, cruz y oración. (Continuación)
Hablar de cruz no es tan fácil como aparenta ser ya que nuestros conceptos de «cruz» están mediatizados por la cultura, con sus valores cristianos impuestos, y las experiencias e interpretaciones personales.
Todos conocemos la expresión: Cargar con mi cruz.
Pero para cada uno tendrá una significación general y luego uno «encarnado», particular.
Recuerdo que este «fundamento» se me dio a conocer durante mi vida religiosa.
He tenido, desde mi primera conversión, una inclinación particular por ver el amor, la recta intención y la fragilidad humana que envuelve a todas las religiones y creencias existentes en este mundo. Nunca he sido de: «esta es la iglesia verdadera», «los que no creen esto irían al infierno» o «pobre hereje, necesita ser convertido en la verdad». Sé, a hoy, ver la necesidad y fragilidad que nos lleva a creer lo que creemos y solo soy reactivo ante el «fariseísmo» o el «imperialismo» de las ideas.
Pues a pesar de lo anteriormente expuesto, siempre me halle con un «celo» interno e intenso y justamente, en la vida religiosa, tuve tiempo de preguntarme de donde venia ello.
La respuesta fue muy sencilla: La llave de lo profundo de mi alma es la Cruz de Cristo.
Cualquier cosa que desee entrar a ese sitio y que no tiene ese formato, características, origen o esencia, es rechazado o se quedará en la periferia (a veces con más amor y a veces con menos amor) por no ser lo que me hace bien o mejor para mi alma .
Comprendí que cada alma tiene una llave y que esa llave es la que permite que ingrese lo necesario en su interior para fecundarla, podarla y hacerla germinar hasta la cosecha de frutos.
Para unxs es la media luna o una cruz, para otrxs es la estrella de David o el Tao, etc. No todxs tenemos el mismo formato o necesitamos lo mismo para llegar a la «transfiguración»..
Esa fue la respuesta a mi cuestionamiento y también la vivencia de que es la Cruz de Cristo la llave de «mi» alma.
Pues me dedique a averiguar más sobre esto.
«Mi» Cruz es la cruz del Cristo Glorioso; reinante y no sufriente; alzado por encima de toda la creación en toda su humanidad divina; el de los brazos abiertos en gozo y no en dolencia; aquel que va al encuentro, que ilumina y que tiene los ojos abiertos. La Cruz del Cristo triunfante ante la muerte y transfigurado por el amor que se trasciende a si mismo. La Cruz que es sostén para estar de pie, como hijo.
Una cruz y un formato que no pertenece mucho a lo conocido en los últimos siglos por estos lares pero que, si vamos más allá en el tiempo, está presente en todo su esplendor. Así es también como comprendí mi fascinación, y compañía, por la cruz de san Damiano.
Al punto (esas cosas que uno dialoga con Dios), que ya conozco mi lugar en ella.
Pues el único detalle para recalcar, ya hacia el final, es el de agradecer el haber nacido, no solo en una parte del mundo donde la cultura cristiana es preponderante (imaginemos que la llave de mi alma fuera la media luna y vivir en occidente!) sino en un lugar del mundo donde se desarrolló, recreando todo, una comprensión teológica especial: la Teología de la Liberación (mucho más cercana a «mi» Cristo Glorioso en la cruz).
Fundamento: La Cruz…
¡Te adoramos, Cristo Reinante y lleno de Gloria, y te Bendecimos, con todo nuestro amor y emulación creciente, porque por tu santa cruz redimiste, amaste, limpiaste, religaste cielo y tierra, embelleciste y venciste al mundo!