Nossa Senhora (Nuestra Señora) hace su primera aparición cuando le apetece. En mi vida fue muy anterior a mi nacimiento, que nace (valga la redundancia) con una promesa a Ella. Pero el SABER no es CONOCER y, personalmente, su primera aparición en mi vida fue muy posterior (aunque resignificó todo lo anterior). Siempre he dicho que mis conversiones fueron arrancadas a Jesús por su mediación. Pero tarde la conocí. Y se presento como aquella que estaba escondida tras bastidores mientras yo me convertía en el protagonista de mi vida.
En Fátima se me presentó con la lluvia, con esa bendición del cielo que todo lo limpia y deje que me limpiara caminando hacia el santuario, ingresando y dirigiéndome hacia su capilla de las Apariciones. No fue raro que llegará a la misa justo en la parte de la eucaristía.
Limpio comulgaba en mi primer día.
La dulzura de su voz se me presento con el volver a hablar en portugués, ese idioma que está arraigado en mi forma de rezar ya que lo aprendí a base de cantar los salmos y de lectios divinas.
La lluvia fue sus manos y, el idioma, ese susurro que desde el interior me arrancó la oración.
Mi «Rainha» se me presento así y yo simplemente me deje llevar