Debes evitar no solo culpar a los demás sino también culparte a ti mismo. Tienes una tendencia a culparte por las dificultades que experimentas en las relaciones. Pero echarse la culpa no es una forma de humildad; es una forma de autorrechazo en la cual ignoras o niegas tu propia bondad y belleza.
Cuando una amistad no florece, cuando una palabra no es recibida, cuando un gesto de amor no es valorado, no te culpes por ello. Es doloroso y además no es cierto. Cada vez que te denigras, idealizas a los demás. Quieres estar con aquellos que consideras mejores, mas fuertes, mas inteligentes y mejor dotados que tu. Así es como te vuelves emocionalmente dependiente, llevando a los demás a sentirse incapaces de cumplir con tus expectativas y haciendo que se alejen de ti. Esto te hace culparte aun más, y entras en una peligrosa espiral de autorrechazo y necesidad.
Evita toda forma de autorrechazo. Reconoce tus limitaciones, pero reclama tus dones únicos y, por lo tanto, vive como un igual entre iguales. Eso te liberara de tus necesidades obsesivas y posesivas, y te hará capaz de dar y recibir afecto y amistad genuinos.
(Herni J. M. Nouewen, La voz interior del amor)