Esta formación tuvo lugar el sábado 7 de febrero de 2015 a las 20h en Barbieri 18. Corrió a cargo de María Luisa, antigua socia de CRISMHOM, que compartirá con nosotros un testimonio en primera persona de su experiencia de la bondad de Dios de su vida a través de un proceso que comienza desde la integración de su fe y orientación sexual, pasa por el encuentro de pareja y culmina con el matrimonio y salida del armario tanto en su familia como en su entorno laboral. Está disponible el registro de AUDIO de esta charla.
Una suerte, dice María Luisa, haber conocido a CRISMHOM. Haber podido compartir un «trozo» de la vida con gente tan especial. Su camino no ha sido especialmente fácil, negación total de su ser, esconderse y negar … Una confrontación continua al negar una evidencia. Conoce a alguien que la despierta, es como un cortocircuito en su vida y la luz aparece al final de un largo camino; alguien que la ayuda a «reconocerse» en muchos sentidos. Pero, en este tiempo, «¿dónde ha estado Dios?» y la respuesta: «Dios ahí, siempre». Hoy María Luisa quiere compartir su camino. No sabe si servirá a alguien o no, pero considera que igual una pequeña lucecita alumbra a alguien. Para escuchar/descargar audio pulse AQUÍ. A continuación se presenta el testimonio escrito de María Luisa.
Libro de la Sabiduría 11, 24-26; 12,1Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado. ¿Cómo podrían existir los seres, si tú no lo hubieras querido? ¿Cómo podrían conservarse, si tú no lo ordenaras? Tú tienes compasión de todos, porque todos, Señor, te pertenecen y amas todo lo que tiene vida, porque en todos los seres está tu espíritu inmortal.
Descubrir este texto del AT fue respirar de nuevo. O fue empezar a respirar. Desde pequeña supe que había algo en mí que no cuadraba con lo “establecido”, con lo “normal”. En ese momento no sabía ni que existía la homosexualidad, no sabía que era algo que “a mí” me podía pasar. Me podía complicar la vida. Me enteré por el diccionario (consultado a escondidas) de lo que significaba homosexual, con todas las atribuciones y connotaciones que en el mismo ponía. Lo mínimo, una aberración.
A los 14 años opté por ser religiosa, me fui a Granada… ¿por qué? Creía tener vocación. Siempre me sentí cerca del Señor; por aquel entonces Él, para mí, era un Dios un tanto “perverso”, «si la haces la pagas» y, además, “te mando” todo lo que se me ocurra para que sufras, te pongo la zancadilla para que caigas y te tengas que “arrepentir”, para que te des cuenta de que la penitencia, cuanto más dura mejor, es lo único que hará que “alcances” el Reino. Ahora lo pienso y ¡cómo podía creer en un Dios así!
Pasaron unas cuantas cosas, una muy dolorosa. No podía vivir en comunidad, me ahogaba. Sentía que había algo que estaba mal, que no cuadraba con esa vida que había “elegido”. Los domingos íbamos a una zona de Granada donde la gente era muy pobre para animar la eucaristía, luego les ayudábamos con la limpieza de las casas, comidas… Allí conocí a una profesora de otro colegio que, sin tener ni idea, iba a ser mi primer amor. Nos caíamos muy bien y cuando yo me fui del cole y de la congregación nos seguimos escribiendo. Me invitó a su casa. Fue tremendo, precioso y espantoso a la vez, la mayor felicidad y la más grande desdicha; ¿y, cómo compaginar el amor con ser cristiana? Lo que hice fue “escapar”, no volví a verla ni a escribir, empecé a salir con un chico (bueno como el pan) que me adoraba; yo lo intenté, pero no podía; fuimos juntos a Granada, con mi hermana, a casa de M Carmen y volvió a ocurrir, era tal la atracción… Volví a huir.
Deje al chico y volví al convento, esta vez en Madrid, a una Congregación que me encantó. Pero volvió a pasar lo mismo, me ahogaba la comunidad (al menos eso creía yo), además empecé a ser diabética y el mundo se hundió un poco más (evidentemente todo venía por ser como era, por sentir como sentía). Volví a salir de allí aunque no dejé de ser “paulina” de corazón y de “acción”. Estaba, desde pequeña, en la parroquia. Creo que vivía más allí que en casa.
Comencé a trabajar en la Universidad, solo pensaba en los trabajos de la parroquia, tenía pretendientes… pero mi corazón y mis ojos seguían subyugados por M Carmen y en Granada. Después de 6/7 años más o menos la escribí una carta. Yo estaba indignada conmigo, no era “bueno” ni “sano” lo que sentía, pero no podía dejar de sentirlo ¿qué hacer? Ella me llamó y me fui de nuevo a Granada a verla. Era una persona muy entrañable, rica en sabiduría humana. Ella empezó a pincharme para que volviera a estudiar, y así acabé el bachiller.
Fue como si no hubiera pasado el tiempo, aún mejor que antes. También yo era más mayor y, aunque me pusiera de vuelta y media, estaba más segura. Lo escondí en mi mochila y nadie sabía nada de nada. Yo seguía negando que fuera lesbiana (al fin me había enterado de que exi
stíamos) y, a pesar de este amor profundo, no dejaba de engañarme a mí misma. Nos vimos un tiempo, siempre iba yo allí (ella vivía sola) pero murió. Un cataclismo, no exagero, me sentí tan mal, por mi culpa, evidentemente, había muerto y, ¿qué hice? Pues entrar en un Instituto Secular.
También paulino, estaba contenta. Ya no iba a volver a “caer” en la trampa del pecado de “ser” homosexual.
Y, zas! Voy y me enamoro locamente. Han pasado años y no he olvidado a M C, pero… No es recíproco (al menos no pasa a mayores), pero es invasivo. Me explota en las manos.
Empiezo a estudiar espiritualidad y me cae en suerte una profe que me descoloca totalmente, eso sí que es una explosión. Todas mis “creencias” se van desmoronando; da más de una asignatura, pero al año no puedo tenerla más que un semestre porque me deja totalmente agotada. Añicos ¿cómo es posible? Dios es AMOR. Yo lo sabía, en la cabeza, pero no había bajado realmente al corazón.
Hablo con ella y le pido que sea mi psicóloga. Que me ayude porque ando un tanto rota por todos los sitios. Ella no estaba mucho por la labor, tenía mucha gente ya… pero no sé qué vio en mí que aceptó. Comencé una terapia que ha resultado uno de los mayores aciertos en mi vida. Realmente era una jodienda, un incordio que no me dejaba respirar; cuando yo me detenía y no hacía “los deberes” ella cortaba por lo sano y sacudía mi desidia que, en el fondo, era purito miedo.
Miedo a todo, a ser yo, a reconocerme y aceptarme, a dejar la vida consagrada, a que se enterara alguien de cómo era, a perder a los amigos, a la familia… Miedo a vivir, en una palabra.
En este combate por salir de esta situación el Señor estuvo muy presente, nos peleábamos mucho, la verdad, pero éramos cómplices en todo lo que hacíamos. Yo era un tanto déspota, pero Él iba haciendo en mí alguien que le amaba sobremanera, aún sin entender nada. Puliendo y sanando tanto… Sin duda es el mayor don que he recibido de su misma mano. He tenido la suerte inmensa de conocerle.
Soy tarda en reconocer las cosas, pero cuando lo hago no hay marcha atrás. Así pasó con mi condición sexual. Por fin decidí dejar el Instituto de Vida Consagrada en 2004, ponerme en serio a conocerme y a conocer.
Un amigo de hacía mucho tiempo estaba ahí, seguía ahí, hablábamos de todo… menos de una cosa, ni él ni yo. Alfonso se sinceró, yo me sinceré. Se nos escapaba la sonrisa, nos redescubrimos de nuevo. Él me ayudó a empezar este tosco camino de descubrimiento del mundo homosexual. De cristianos que buscaban y caminaban juntos, de lugares, de personas… Me presentó Crismhom, don y gracia para mí. Lugar donde pude conocer gente excepcional, donde, al ser solo dos mujeres, nos tenían en palmitas, donde pude involucrarme porque me nombraron vicepresidenta…
No conocía a chicas “como yo” y, Alberto con Alfonso, me presentaron a una amigas con las que descubrí un nuevo mundo, hasta entonces desconocido. Era gente buena y “normal”; sí, reíros, pero es que yo seguía “temiendo” que no fuera “normal”; era un mundo totalmente desconocido. Siempre había estado en conventos y parroquias, no conocía ni sabía nada del mundo homosexual. Recuerdo que Alfonso, cuando nos contamos nuestro “secreto” me dijo: Entonces ¿entiendes? Y yo decía, ¿qué tengo que entender? Con eso…
Os preguntaréis “y, ¿por qué te fuiste?”, pues porque iba lanzada hacia el descubrimiento de mi misma y de mi situación.
Nada me era suficiente y todo me sobraba. No tenía fuerzas para el compromiso, pero buscaba a alguien que me tomara tal cual soy, que me quisiera y a quien poder querer y ofrecer todo. Hice algo que, aún hoy, me sigue alucinando. Abrí un perfil en chueca y en meeting, jamás en la vida había entrado en nada parecido, pero lo hice. Y ahí encontré, quedé con una chica y tomamos un café, quedé con otra y no apareció y quedé con Vivian y tomamos una cerveza, nos despedimos y pensábamos que ya, pero no fue así.
Volvimos a vernos y fuimos al cine, a cenar… y ya no hemos dejado de “quedar”. Al principio fue difícil, ella vivía en una habitación y yo en casa de mi madre. Nos veíamos en lugares públicos y, sobre todo, en un bar cerca de donde yo vivía; allí y en el garaje del coche; alguna vez en su casa (habitación)…
Yo tenía mi casa alquilada y conseguí, no sin mucho esfuerzo, que se fuera la señora que estaba. Entonces pudimos meternos para pintar, limpiar (que buena falta le hacía…) y se fue a vivir Vivian allí. La gente me decía que estaba loca, que cómo se me ocurría… claro, nadie sabía que éramos pareja.
A mis amigos más cercanos les había dicho que era lesbiana, no se lo creían pero respondieron, dentro de lo que cabe, bien. Son creyentes y están comprometidos (fui catequista de una de ellas y compañera de catequesis de otra, hacíamos oración juntas…); lo bueno es que me quieren como soy, antes y ahora. Pero no por eso deje de pasar miedo, auténtico miedo al pensar que ya no íbamos a seguir siendo amigos.
La verdad es que el miedo es el peor enemigo de una persona, te paraliza, te hace pensar y sentir cosas que para nada están demostradas, te arrincona con tus prevenciones sin permitirte ser tú mismo. Emma me decía que si eran mis amigos me seguirían queriendo como siempre, pero yo no acababa de creérmelo, sinceramente. Pero fue cierto…
Tardé un tiempo en decirles que éramos pareja, que era mi novia (cómo sonaba eso). Quería que la conocieran más. Sonrieron y aceptaron. Son buena gente.
También tengo dos amigas que son religiosas y a ambas se lo he dicho. Una de ellas nos apoya desde el principio y nos anima, perennemente. La otra (más mayor, pero con un corazón de oro) también me aceptó y aceptó a Vivian, creo que le cuesta más, pero no por ello ha dejado de quererme como siempre.
Ya había superado dos obstáculos muy importantes y difíciles para mí. Ni en mi familia ni en mi trabajo sabían nada. Decidimos casarnos sin que ninguno lo supiera, con los amigos. Pero de repente me saltó como una luz, como un aviso. Tenía que contarlo, compartirlo, decirlo. Lo que me hacía más feliz no podía quedármelo para mí y unos pocos, los que siempre me habían apoyado también tenían derecho a conocerme.
Justo antes de Navidad de 2013 empecé a contárselo a mis hermanos, sobrinos… y quedaba mi madre (con 89 añitos de nada); un día, después de la comida se lo dije a ella y a uno de mis hermanos, me notaba nerviosa pero segura. Él reaccionó muy bien y me dio la enhorabuena y, mi madre TAMBIÉN. Su preocupación mayor era y es que sea feliz. Su otra preocupación es que quede fuera de la iglesia (yo le dije que yo no me iba de la iglesia, que eso era algo de unos cuantos, no de Dios).
Respiré. Sonreí. Agradecí.
Lógicamente quería mis 15 días por boda en el trabajo. ¿Por qué tenía que perderlo? Así que empecé a sondear. Ya sabía que eran anti-loquesea, los comentarios escuchados… homofobia? [Aversión obsesiva hacia las personas homosexuales] quizá no tanto, pero ahí, ahí. Pues lo solté y no fue tan horroroso como yo pensaba. Evidentemente soltaron lo que quisieron, pero… Yo me quedé tan feliz.
Sigue quedando gente que lo desconoce y yo sigo temiendo su reacción. Pero la verdad es que cada día me da más igual, me siento más segura de lo que soy, de quien soy y de la suerte que tengo con este camino recorrido habiendo encontrado a VV y compartiendo mi vida con ella. La suerte que tengo al haberme encontrado con el Maestro y que Él sea mi guía y consuelo.
Auténticas bendiciones para mi vida.