Escucha, Señor, mi justa demanda, atiende a mi clamor; presta oído a mi plegaria, porque en mis labios no hay falsedad.
Y mis pies se mantuvieron firmes en los caminos señalados: ¡mis pasos nunca se apartaron de tus huellas!
Yo te invoco, Dios mío, porque tú me respondes: inclina tu oído hacia mí y escucha mis palabras. Escóndeme a la sombra de tus alas.
Pero yo, por tu justicia, contemplaré tu rostro, y al despertar, me saciaré de tu presencia (Sal 17).