La barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Jesús les dijo en seguida: ¡Animo, soy yo, no tengáis miedo! Pedro le contestó: Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua. El le dijo: Ven. Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: Señor, sálvame. En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: ¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado? (Mateo 14, 22-36).
Sintiéndome en el aire, como Pedro, sujeto por aguas movedizas. Abrazando y aceptando de buen talante lo que me toca vivir. Confía, me digo una y otra vez. Saliendo al encuentro de quien me llama, deseando inmiscuirle en mis decisiones. A veces siento la angustia de que me hundo y me entra miedo. Señor, sal al encuentro y enséñame a confiar.