
La liturgia de este 30.º Domingo del Tiempo Ordinario nos invita a mirar con sinceridad nuestra actitud ante Dios y ante los demás. En el corazón del mensaje de hoy descubrimos que para Dios no cuentan las apariencias ni el prestigio humano; lo que verdaderamente vale es la humildad del corazón.
Las lecturas propuestas nos muestran un hilo común: la justicia auténtica no nace del orgullo ni del mérito personal, sino de la humildad que reconoce que todo bien procede de Dios. En el Evangelio, el fariseo “reza a sí mismo”, mientras que el publicano “reza a Dios”. Solo quien se vacía del orgullo puede ser llenado del amor divino.
Hoy somos llamados a buscar la gracia de Dios, en lugar de considerarnos justos o mejores que los demás. La oración verdadera surge cuando reconocemos nuestra pequeñez y nos abrimos a la grandeza de su misericordia.
Con un corazón humilde y agradecido, iniciemos con alegría nuestra celebración, seguros de que el Señor escucha la oración del que confía en Él.
Estáis invitados/as/es a compartir este espacio tan especial para los creyentes católicos como es la EUCARISTÍA. Un espacio de diversidad, de encuentro, de AMOR.
Nos vemos a las 20:30 como todo último sábado de mes en la Parroquia de San Ignacio de Loyola.