Te ofrezco Señor mis angustias y miedos, tiempos en vela que no me acaban de dejar respirar ni vivir. En mi fragilidad es precisamente donde entras y acampas. Quédate, no te vayas. Tu amor y atención se hace más cercano y tierno cuando mi corazón se encoge y es vulnerable. Gracias por querer tornarme a ti. Eres tú quien lo haces.