En la fraternidad, trabajamos según nuestra capacidad y recibimos según nuestra necesidad. Somos buscadores de tesoros para encontrar aquel que nos podemos llevar después de la muerte: conocer y encontrarnos con Dios. Llamados a salir de lo conocido, de nosotros mismos, nos convertimos en callejeros de la fe. Allá a donde vayamos, será porque nos han enviado. Buscando llevar el evangelio a la periferia de la vida.