El Señor se acerca a nosotros, abrazando a su criatura. Mi pecado, Tu perdón, mi respuesta. Un hilo invisible nos une a Dios. El pecado rompe ese hilo y Dios coje su parte y la nuestra haciendo un nudo que acorta el hilo acercándonos a Él. El nudo es la misericordia. Porque donde abundó el corazón petrificado, sobreabundó la gracia del corazón viviente.