El Señor es mí luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?
Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.
Él me protegerá en su tienda el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca.
Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio; no me deseches (Salmo 25).