Dedicándome esta mañana, en mi días de vacaciones, a restaurar un mueble antiguo, me di cuenta cuanto es difícil quitar el color viejo para dejar la madera limpia en su estado natural, y mientras el papel de lija iba de una parte a otra mi mente viajaba reflexionando sobre mi vida.
Cuantos es duro despojarse del hombre viejo, del hombre corrupto, dejar que la lija quite todo el mal, el pecado, la soberbia, el egoísmo, la autosuficiencia. Es un trabajo que dura toda la vida y requiere mucha paciencia soportando nuestros fallos y nuestra debilidad. Trabajar, esto sí y trabajar duro en la madera de la vida, trabajar con constancia y paciencia y cuando parece que el esfuerzo no merece la pena escucharemos la voz del Maestro que nos dice: “«Te basta mi gracia; mi mayor fuerza se manifiesta en la debilidad». Mejor, pues, me preciaré de mis debilidades, para que me cubra la fuerza de Cristo”. (2 Cor.12,9).