Me apetece regalar y cuando regalo me encuentro feliz. Salir de mí me hace alejarme de esos fantasmas; desaparecen sin más. Es como si la solución no estuviese en absoluto en mí, sino en algo mayor: en Dios, en mis hermanos …
Señor, que siga escuchando ese: «lo que de balde recibísteis, dadlo de balde». Que viva agradecida por lo recibido y el don de la generosidad se vaya convirtiendo poco a poco en una nota de fondo en mi vida.