Entrañarse con el mundo, saber colocarse sus zapatos y animarse a caminar por donde el otro camina. Hacer el camino del sufrimiento, respetarlo, entenderlo, escucharlo … Compartir la alegría, las emociones, los encuentros … Pretender el gesto y la palabra oportuna ante quien sufre, ante quien me habla, ante quien me necesita. No comprar la seguridad de la distancia sino arriesgarse en lo que complica, vivir juntos el camino de la salvación, aquí y ahora, no vaya a hacerse tarde.