La palabra de Dios, la voz de la Iglesia y nuestra oración forman una unidad. Hablaremos ahora de la oración en común. «Si dos de vosotros conviniereis pedir cualquier cosa, os será concedida por mi Padre que está en los cielos» (Mateo 18, 19). La oración es, de todas las prácticas del culto comunitario, la que nos ofrece las mayores dificultades, pues en ella somos nosotros mismos los que debemos hablar. Hemos escuchado la palabra de Dios y hemos podido unirnos al canto de la Iglesia; ahora se trata, en cambio, de orar a Dios en comunidad, y esta oración debe ser nuestra palabra, nuestra oración por este día, por nuestro trabajo, por nuestra comunidad, por las miserias y los pecados particulares que pesan sobre todos, por las personas que nos están encomendadas.
(Dietrich Bonhoeffer: “Vida en Comunidad” Ediciones Sígueme. Novena Edición. Salamanca 2003. Pág. 54-55)