Luis, probablemente uno de los traficantes más astutos de las bandas armadas de Los Ángeles, dejó de traficar para trabajar en una panadería de reinserción a raíz de tener a su primera hija. Un día me llevó a su pequeño apartamento financiado por primera vez con dinero limpio tras recoger a su hija de cuatro años. Entrando en la modesta sala, la pequeña puso sus pies y extendiendo sus brazos como queriendo ocupar todo el espacio dijo: «Esto … es MARAVILLOSO». Luis se puso en cuclillas a su nivel visual, apoyando sus manos sobre las rodillas para sostenerse y le preguntó: «Qué es maravilloso, mija?». Ella, apretando su corazón respondió: «mi HOGAAAAR». Luis parece incapaz de hablar en este momento. Nuestros ojos se miran fijamente y de pronto aparecen lágrimas en nuestros ojos. «Tú … hiciste … esto», le dije. Nunca has tenido una casa y ahora tienes una. Fuiste el mayor repartidor de droga de la ciudad y ahora haces pan. Tú lo hiciste. Nunca has tenido un padre y tú ahora lo eres … Y odio tener que decir que la primera vez que conté esta historia fue en el funeral de Luis. Dos miembros de una banda rival lo encontraron un día y lo ejecutaron.
Greg Boyle, «Tattos on the heart».