Esperando en silencio el comienzo del funeral de Emilio Botín. En una gran explanada del campo de golf de la Ciudad Financiera que aloja las oficinas centrales del banco Santander, se eleva una iglesia de campaña. Un órgano suena discretamente en un ambiente silencioso, sillas al aire libre, un coro. Una misa sencilla y austera presidida por el arzobispo electo de la diócesis de Madrid. Un grupo amplio aunque no exagerado de empleados, personalidades, amigos y familiares. Sentimientos ambiguos. Sin experimentar especial cariño o afecto. En realidad tanto él como su familia son para mí desconocidos. Alguien del que muchos pensarían que podría comprar el cielo, se reúne como uno más al mundo de los mortales. Sin hacer ningún juicio o valoración, ¿quién soy yo para hacerlo? La infinita misericordia de Dios nos iguala a todos. Escuchando las palabras de la resurrección de Lázaro: «el que cree en Jesús de Nazaret, aunque muera, vivirá y todo el que vive y cree en él, no morirá para siempre. ¿Crees esto?». Yo sí lo creo. Deseando paz y consuelo a su familia. Descanse en paz.