Deja que los demás te ayuden a morir

Tienes mucho miedo de morir solo. Tus recuerdos profundamente secretos de un nacimiento aterrador te hacen sospechar que tu muerte será igual de aterradora. Quieres estar seguro de que no te aferraras a tu existencia presente, sin o que tendrás la libertad interior para liberarte y confiar en que algo nuevo te será dado. Sabes que únicamente alguien que verdaderamente te ame puede ayudarte a unir esta vida con la que le sigue.

Pero es posible que la muerte que temes no sea solo la muerte al final de tu vida presente. Es posible que la muerte al final de tu vida no sea tan aterradora si ahora puedes morir bien. Si, la muerte real (el pasaje del tiempo a la eternidad, de la belleza transitoria de este mundo a la belleza eterna del próximo, de la oscuridad a la luz) tiene que cumplirse ahora. Y no debes hacerlo solo.

Dios ha enviado gente para que este muy cerca de ti a medida que te liberas gradualmente del mundo que te mantiene cautivo. Debes confiar plenamente en el amor de estas personas. Así, nunca te sentirás del todo solo. A pesar de que nadie lo pueda hacer por ti, puedes hacer este pasaje solitario sabiendo que estás rodeado de un amor seguro y que quienes dejan que te alejes de ellos estarán allí para darte la bienvenida del otro lado. Cuanto más confíes en el amor de aquellos que Dios te ha enviado, más capaz serás de perder tu vida y de ganarla.

Ni el éxito, ni la notoriedad, ni el afecto, ni los planes futuros, ni el entretenimiento, ni el trabajo satisfactorio, ni la estimulación intelectual, ni el apoyo emocional (ni siquiera el progreso Espiritual), son factores a los cuales puedas aferrarte como si fueran esenciales para sobrevivir. Solo cuando te liberas de ellos puedes descubrir la verdadera libertad que tu corazón mas desea. Eso es morir: entrar a la vida más allá de la vida. Debes tomar ese pasaje ahora, no solo al final de tu vida terrenal. No puedes hacerlo solo, pero con el amor de quienes te están siendo enviados puedes entregar tu dolor y dejarte conducir hacia la tierra nueva.

(Herni J. M. Nouwen, La voz interior del amor) 


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