Una y otra vez te enfrentas a la opción de dejar hablar a Dios o dejar que tu parte herida lance alaridos. Si bien tiene que haber un lugar en el cual puedas permitir que tu parte herida reciba la atención que necesita, tu vocación es hablar desde el lugar en que reside Dios.
Cuando dejas que tu parte herida se exprese bajo la forma de apologías, discusiones o quejas (a través de las cuales no se la puede escuchar verdaderamente), solo te sentirás cada vez más frustrado y rechazado. Defiende a Dios en tu interior y deja que Dios pronuncie palabras de perdón, de sanación y de reconciliación, palabras que llamen a la obediencia, al compromiso radical y al servicio.
La gente constantemente tratara de golpear tu parte herida. Señalaran tus necesidades, tus defectos de carácter, tus limitaciones y tus pecados. Así es como intentan desechar lo que Dios, a través de ti, les dice. Tu tentación, que surge de tu gran inseguridad y de tu vacilación, es comenzar a creer en la definición que ellos dan de ti. Pero Dios te ha convocado para dirigir la Palabra al mundo y para pronunciarla sin temor. Al reconocer tus heridas, no dejes que se te aleje de la verdad que reside en ti y que debe ser dicha.
Demandara mucho tiempo y paciencia distinguir entre la voz de tu parte herida y la voz de Dios pero, a medida que te tornas mas y mas leal a tu vocación, se vuelve mas fácil. No desesperes; te estas preparando para una misión que será ardua pero muy provechosa.
(Herni J. M. Nouwen, La voz interior del amor)