Creo en un sólo Dios, mi Señor, en quien confío. Creo que me ama profundamente hasta dar la vida por mí. Creo que mi Señor ha elaborado un plan de felicidad para cada persona. Un plan maravilloso para mí. Soy consciente que no alcanzo a atisbarlo pero confío en quien lo pensó. Creo en un Dios que se hace presencia diaria, apoyo constante, compañero de fatigas y alegrías, amigo incondicional perpetuo, acompañante silencioso y paciente, maestro sencillo y sabio. Creo en un Dios que no me permite ser indiferente ante el sufrimiento ajeno. Que me llama a traer su presencia, ser mensajero de su amor a pesar de mis muchas limitaciones. Ese es mi Señor, el Señor en quien creo.