Reconozco la necesidad de una introspección y un crecimiento constantes que dejen de lado las renuncias de ayer y sean, a la vez, una continuación de todos mis ayeres.
Aferrarse al pasado es perder la continuidad con el pasado, porque es aferrarse a lo que ya no es.
Mis ideas cambian constantemente, girando siempre en torno a un centro que no dejo
de observar desde distintos ángulos.
Por eso, siempre me acusarán de inconsistencia, pero ya no estaré allí para oír las acusaciones. Decir que soy hijo de Dios es decir ante todo que crezco. Que comienzo.
Un niño que no crece se convierte en un monstruo. Por eso, el concepto de “hijo de Dios” se refiere al crecimiento vital, la transformación, las posibilidades, el riesgo y la alegría de enfrentarnos al riesgo. Y eso complace a Dios: el ver que la gracia y la sabiduría de Su hijo son cada vez mayores.»
THOMAS MERTON