¿Qué es esto, mi Dios? ¿Qué pensamos sacar de contentar a las criaturas? ¿Qué nos va en ser muy culpadas de todas ellas, si delante del Señor estamos sin culpa? […] Pues incluso cuando aún no hubiese otra ganancia sino la confusión que le quedará a la persona que os hubiere culpado de ver que vos sin ella (la confusión) os dejáis condenar, es grandísimo (Santa Teresa de Jesús, Camino de Perfección 15, 6).