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Activismo cristiano LGTBI
Convivencia de CRISMHOM 2019
A-El activismo, ¿concepto equívoco?
Hablar de activismo puede llevar a malentendidos con mucha facilidad. Por un lado, la polisemia es ya una dificultad. Aplicamos el término a diversas cuestiones. Por otro, lo entendemos de diversas formas.
Además, en la actualidad hay movimientos, grupos e ideologías que se lo han apropiado y hace que cuando se oye el término, da la sensación de que se milita en un campo muy concreto.
En este momento hablar de activismo suena mal también en la Iglesia. Suena a revolucionario y a “ir en contra de lo establecido y estable”, más en la línea de la definición de la RAE: “militante de un movimiento social, de una organización sindical o de un partido político que interviene activamente en la propaganda y el proselitismo de sus ideas”.
Sin embargo, es sólo una visión parcial y de la realidad. El activismo, que encontramos también bajo el nombre de “militancia” es “la dedicación intensa a alguna línea de acción en la vida pública, ya sea en el campo social, como en lo político, ecológico, religioso u otro”.
El activismo se basa, en una dinámica muy clara y muy concreta:
- Uno descubre una llamada y una idea que defender y difundir.
- Seguidamente la hace suya, se empapa y se impregna de ella integrándola y haciendo de ella un modo de vida, una forma de ser.
- Por fin, se siente impulsado a transmitirla, a contarla a los demás y a poder ganar gente a su misma realidad, a su causa.
Es la dinámica que encontramos en los grandes movimientos de transmisión de ideas, de creencias, de modelos sociales y político. En definitiva, es la forma en que el ser humano hace evolucionar su realidad y el mundo en general.
El activismo es uno de los elementos habituales y constantes en las grandes religiones, como lo ha sido en los grandes movimientos ideológicos. Bien comprendida ha llevado al proselitismo, pero frecuentemente ha derivado en guerras santas y cruzadas.
B-El judaísmo, Jesucristo y la Iglesia
Judaísmo
El judaísmo es una religión y una cultura que ha nacido con una connotación de minoría y de cultura-creencia marginal y perseguida. Desde el comienzo se desarrolla en contextos de conflicto y de huida del opresor – cananeo y egipcio- y siendo un pueblo con una religión contraria e imposible de comprender para los demás. Esa condición se convirtió en una interpelación, más aún en un cuestionamiento, incluso una acusación, para los pueblos circundantes.
El pueblo judío es a su vez un pueblo que reivindica la libertad y el reconocimiento de su especificidad frente a los demás; son “los diferentes” en todos los planos, social, político y religioso. Y esa independencia siempre molestó a los imperios circundantes que lo vieron como un acto de desafío y de rebeldía. Los distintos imperios con los que se fueron encontrando a lo largo de la historia -Egipto, Asiria, Babilonia, Persia, Grecia y Roma- trataron permanentemente integrarlos en sus modos de vida, cultura y creencias, pero siempre se encontraron con un pueblo imposible de doblegar y que buscaba que se le reconociese el derecho a ser quien era y como era.
El mundo del judaísmo está marcado por la lucha y la búsqueda de la libertad. Se trata de una historia de ir a contrapelo del entorno en que vivía. Desde sus inicios, el pueblo israelita y más tarde el pueblo judío, fue perseguido y su historia es la de una minoría destinada a ser exterminada por no ajustarse a las creencias de la mayoría de las culturas circundantes. El propio concepto que tenían de sí mismos era el de un pueblo especial, con unas características que lo diferenciaban de los otros y que eran despreciados y considerados malignos y peligrosos.
Jesucristo
Fue el gran activista. Podemos decir que sus tres años de vida pública son uno de los más claros ejemplos de activismo en la historia de la humanidad. Comenzando por la conciencia de su misión a partir del bautismo recibido en el Jordán y su identificación con el Ungido, con el Mesías y siguiendo por la transmisión de una doctrina a llevar “a todos los pueblos”, se entregó con tanta fuerza y dedicación que terminó muriendo por la causa.
No podemos quedarnos con la imagen del Jesús acaramelado y sentadito que no denuncia ni busca soluciones ante la injusticia y donde la única solución es rezar (generalmente a base de avemarías). ¿Dónde queda, entonces el Jesús que entra en el templo derribando las mesas de los cambistas y denunciando que han convertido el templo en una cueva de ladrones? (Mt 21, 12-16). Esa denuncia junto a los milagros realizados en sábado, trasgrediendo la Ley, supusieron su condena por incitar al desorden y la rebeldía. ¿Dónde queda el Jesús trasgresor que se implica entrando en casa de Leví o Zaqueo ante el escándalo de los bien pensantes y bien obrantes? ¿Qué decir de aquel que se dedica a hablar con una samaritana que además vive en pecado? ¿Qué pasa con aquel que es capaz de curar a un lisiado aún a costa de saltarse el sábado?
Y sin embargo, los reproches que se le hacen están basados en la Ley. Los sacerdotes y el Sanedrín se basaron en textos sagrados para condenarlo, pero Él se basaba en las personas curadas y sacadas del barro para justificarse. Bien claro queda en el caso del ciego de nacimiento: Algunos fariseos decían: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado» (Jn 9, 1ss) ¡Cuántas interpretaciones se pueden dar a un mismo texto!
Jesús es claramente un activista que busca “prender fuego al mundo” y crear un nuevo orden, un nuevo Reino.
La Iglesia
Ser cristiano significa literal
mente ser seguidor de Cristo. Esto implica identificarse con la forma de ser y de actuar de una persona que fue matado por reivindicar lo imposible: ser Hijo de Dios, es decir, el Mesías esperado.
El seguimiento de Jesús provocó en sus seguidores, por un lado, el diferenciarse del judaísmo para convertirse algo distinto, y por otro, el tener una conciencia clara de que no es asimilable por parte de las otras religiones, más aún, el pertenecer al grupo de los cristianos, supone formar parte de una realidad que genera una nueva cultura y una nueva forma de pensar, de actuar y de vivir. Se convertirá en una piedra de choque contra las realidades existentes, tanto judía como griega y romana.
Sin embargo, con el paso de los años, a medida que el cristianismo se aleja del judaísmo, desarrollando una nueva realidad, simultáneamente se va a encontrar con la tentación de impregnarse y ser mediatizado por dos culturas que lo van a modificar. De la predicación y aspiraciones de su fundador, se irá helenizando y romanizando, perdiendo gran parte de su frescura y espontaneidad, a la vez que verá cómo sus bases (fundamentalmente basadas en la libertad y la relación de amor -afectiva- y espiritual), se van transformando en una relación, primero filosófica, fruto de su helenización, y luego normativo-jurídica, fruto de su romanización.
De aquel grupo que seguía a Jesús en la espontaneidad y el espíritu de libertad y amor –“en esto reconocerán que sois mis discípulos, en que os amáis los unos a los otros” (Jn 13,35)- se pasará a buscar una explicación lógica y racional a todo lo que se va convirtiendo en una nueva religión y se terminará reduciendo a una serie de doctrinas, cumplimientos y normas por las que habrá que pasar ineludiblemente. Eso incluirá el tener un perfil obligatorio (tanto humano como ideológico) que definirá la posibilidad de formar parte del grupo (la Iglesia) y, en caso contrario, la expulsión y anatematización y condena.
A lo largo de los siglos veremos cómo las distintas iglesias irán encerrando, tanto la fe como la espiritualidad y la vida pastoral, en unas normas y prácticas religiosas perfectamente controlables y dictadas desde arriba.
La Iglesia, a partir de la legalización de Constantino pasa de la clandestinidad y su continua fundamentación teológica a formar parte de la dinámica imperialista del Imperio Romano.
El «id a todos los pueblos a evangelizar», se convierte en un justificante para imponerse a las otras religiones, que pasan a ser perseguidas.
Esto va a incluir las persecuciones internas que comienzan a darse en forma de cismas. La religión que comenzó como una oferta de paz y una promesa se felicidad, se ha convertido en una lucha ideológica con persecuciones y violencia.
A partir del siglo IV, se irán encadenando una serie de conflictos que llevarán, incluso a divisiones como la separación del tronco ortodoxo o las iglesias anglicana y protestantes.
Tras varios siglos de hermetismo y control absoluto por parte de Roma, para ser más precisos, desde las reformas del concilio de Trento como reacción a la reforma protestante, se dará un vuelco en el concilio Vaticano II, cuando aparezca esa Iglesia actualizada y enraizada en el cristianismo original, que abrirá cauces de expresión y de vida impensables hasta entonces pero que brilló por poco tiempo (desde el pontificado de Pablo VI, hasta el primer Juan Pablo II, para renacer con Francisco tras la involución del segundo Juan Pablo II y Benedicto XVI).
C-Activismo cristiano
Cuando hablamos de activismo en la Iglesia, podemos estar haciendo referencia a dos cuestiones fundamentalmente:
- El activismo entendido como realizar actos, solamente prescindiendo de la oración y la relación íntima con Dios es diferente al activismo entendido como una militancia. Cuando hablamos de activismo, hablamos de una opción y unas actitudes públicas dedicadas a promover una forma de concebir la vida y el mundo. No sólo se trata de una ideología, sino de una forma de actuar y vivir en el mundo.
- El activismo como militancia. Por un lado, como herederos de un pueblo que tiene una dimensión profética, que denuncia y propone cauces para restaurar la justicia, la libertad y la dignidad de todos, y por otro en su dimensión misionera, llevar la Buena Noticia a todos. Sin embargo, el activismo judeocristiano se inserta en la dimensión profética de la persona impulsada por el Espíritu. “Tengo que gritar”, exclama el profeta.
Base del activismo cristiano
La base del activismo cristiano, como en todo grupo, es el laico, la persona bautizada, consciente de su fe y que tiene como centro el seguimiento de Jesús. Y no se trata de un cristiano especial con connotaciones diferentes frente a otro tipo de cristiano que sea “casero”, sino, como hemos visto, por naturaleza, el cristiano es alguien que sale a anunciar la Buena Nueva, que busca a quien necesita, que es misionero.
El cristiano no puede dejar de ser lo que es, y como ya hemos visto, quien se basa en el Evangelio, tiene ya la semilla de la búsqueda de la libertad y luchará contra la injusticia. El conformismo es totalmente contrario al espíritu del pueblo de Israel y del Evangelio.
A partir de la exhortación apostólica GE (Gaudate et Exultate), se nos exhorta a buscar la santidad, y una de las cosas que quedan muy claras es que la santidad no es para “los buenos”, ni para la gente especial. La santidad es un camino que se emprende al hacer propia una vocación, una llamada, adoptando una forma de vida (las bienaventuranzas) y actuando de una manera concreta (siendo sal y luz), y a la realización de una misión.
La “Iglesia en salida” del papa Francisco
La “Iglesia en salida” del papa Francisco[1], es una llamada al activismo, a no quedarse con los brazos cruzados, sin implicarnos en la realidad que nos rodea. Actuar en el mundo es una de las invitaciones permanentes del Evangelio. De hecho, el activismo, concebido como militancia es uno de los carismas del Espíritu, aquel mismo que impulsó a los mártires a dar su vida por la causa de Cristo, como parte de la misión del cristiano.
Pero la acción de la Iglesia que la Iglesia “no se reduce solamente a una misión religiosa, acantonada en una parte privada de la realidad. Ella posee además una misión político-social en el mejor sentido de la palabra, como fuente de inspiración para las trasformaciones necesarias que rescaten a la humanidad para una civilización del amor y de la compasión, que sea menos individualista, materialista, cínica y desprovista de solidaridad»[2].
“Para el Santo Padre, hay que «aprender a escuchar y conocer» al pueblo de Dios. Hay que aprender «a darle su importancia y lugar», y no de una «manera conceptual u organizativa»”.
Frente a aquellos que no se implican, que no son activos ni participan, que no se implican, el papa dice:
“La Iglesia sabe «involucrarse». Jesús lavó los pies a sus discípulos. El Señor se involucra e involucra a los suyos, poniéndose de rodillas ante los demás para lavarlos. Pero luego dice a los discípulos: «Seréis felices si hacéis esto» (Jn 13,17). La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo” (EG 24).
La Iglesia en salida es aquella que se encuentra en medio del mundo, entre la gente, por eso el cristiano de esta Iglesia no es el que se encuentra pasivamente en el templo, sino que se muestra en el mundo, que denuncia las injusticias y ayuda y socorre a quien lo necesita,
a pesar del juicio al que pueda ser sometido, y a todas sus consecuencias.
El Santo Padre invita a la Iglesia a no tener «miedo de ensuciarnos por nuestra gente. “No tengamos miedo del fango de la historia con tal de rescatar y renovar la esperanza»”[3].
Sin embargo, en la Iglesia encontramos un número ingente de cristianos y una parte de la jerarquía que, sorprendentemente, citando al mismo Magisterio nos insta al inmovilismo que supone reiterar una y otra vez las condenas hechas en el pasado; como denuncia el mismo papa: “«lo hemos limitado sólo al compromiso intraeclesial sin un claro estímulo para que permeen, con la fuerza del evangelio, los ambientes sociales, políticos, económicos, universitarios»”.
¿Dónde está el acercamiento a la realidad individual y al mundo de cada persona?
El activismo es ponerse en camino para buscar formas de salir de las situaciones de injusticia y marginación (misión profética). De hecho, transformar el mundo exige el activismo, convicción en la transformación, buscar los cauces para llevarlo a cabo, trabajar con o demás para conseguirlo. Está claro que desde nuestra vida cristiana implica una vida interior, de oración, escucha de la palabra y fraternidad.
D-Activismo cristiano lgtbi
Para poder estar hablando tal y como lo hacemos, debemos tener en cuenta que se ha dado un largo proceso que viene durando un siglo y medio. Tanto la ciencia, como la sociedad y la Iglesia han llevado a cabo un largo proceso de transformación.
Proceso de salida del armario en la Iglesia
Podemos decir que, desde la perspectiva cristiana, la homosexualidad existe desde 1975, las cosas comenzaron a cambiar a partir de 1975, año de la publicación de PH (Persona Humana), primer documento eclesial donde aparece el término “homosexualidad”, durante el pontificado de Pablo VI.
El mundo estaba cambiando de forma de forma de ver la homosexualidad ya desde los años 1968-69 con las manifestaciones de mayo del 68 en París y Stonewall en el 69. Los grupos activistas comenzaban a hacer pública la realidad lgtb y la sociedad no tenía más remedio que asumir que el mundo lgtb era parte de su realidad.
Aunque tratada desde la visión freudiana de la época, el hecho de que la Iglesia dedique un capítulo a la homosexualidad, ya era un reconocimiento y por tanto abría las puertas a la posibilidad de debatir sobre ello.
Más adelante, la publicación de HP (Carta sobre la atención pastoral de personas homosexuales, 1986), ya de lleno en la época del segundo Juan Pablo II, bajo el control de Ratzinger (considero al primer Juan Pablo II desde su elección hasta los años posteriores al atentado en 1981, es decir, hacia el año 1990), será una respuesta a las publicaciones sobre la cuestión y el comienzo de la creación de algunos grupos. Lo importante es que supone una reflexión teológica sobre algo que, hasta la fecha, no era digno de mención.
A partir de 1990 comienzan a publicarse los documentos de la CDF (Congregación para la Doctrina de la Fe) que, en clave agresiva, llegarán a afirmar que es justa la discriminación de las personas homosexuales en ciertos casos, y que no dejará de ser el estilo de la Iglesia Católica hasta la llegada de Francisco.
La dificultad del cristiano lgtbi: Perseguidos en ambos ámbitos
Hablar de cristianos homosexuales y tocar el tema de una doble marginación:
- la de la persona que por tener una orientación sexual considerada indebida o patológica es tachada por la Iglesia como abocada al pecado e intrínsecamente mala (cita),
- la de la persona gay, lesbiana o bisexual que, por el hecho de ser cristiana, es marginada por la comunidad lgtb.
Cuando hablamos de activismo, en la actualidad pensamos en manifestaciones, pancartas, y lemas que se manifiestan al exterior, sin embargo, el activismo cristiano ha mostrado a lo largo de décadas que se puede vivir de muchas formas, de una forma muy especial a través de grupos, foros, blogs dedicados a la cuestión, etc.
Estamos lejos de tener un reconocimiento equivalente al de muchos grupos y ámbitos cristianos, pero en los últimos años está quedando claro que los cristianos lgtbi ya no se pueden descalificar ni condenar sin más, y que hay muchas cuestiones que resolver de cara a los años venideros.
E-Proceso personal
Es frecuente en el mundo del activismo encontrar gente que se suma a una causa sin tener demasiado conocimiento de la realidad, e incluso excesiva dedicación. Sin embargo, el activismo es una de las consecuencias de haber hecho tuya una causa o una serie de convicciones y formas de ser y de vivir.
Para muchos miembros del mundo lgtbi, esta realidad es una carga, una desgracia, una característica, etc. Lo llamemos o veamos como lo veamos, en realidad es algo que forma parte de la persona, como lo es el lugar donde ha nacido, las cualidades que posee o la historia que ha vivido. No deja de ser parte de los talentos recibidos, y cuando se considera así, se percibe cómo es muy importante integrarlo en la realidad personal.
Por eso un cristiano debe integrarlo en su realidad y vivirlo como algo propio, como una parte de sí mismo.
El activismo cristiano lgtbi sigue el mismo proceso que hemos descrito anteriormente, tres pasos (vocación, asunción de una forma de vida, y una dinámica), todo ello enmarcado por la conciencia de tener una misión.
Sentir la llamada (la vocación)
Cuando hablamos de vocación, de la llamada que Dios nos hace personalmente, no estamos hablando de algo para unos pocos. Hacer que “venga el Reino de Dios” es una tarea de todos y cada uno tiene en ello un papel que jugar. Todo lo que eres y te rodea, todo lo que has ido recibiendo y desarrollando a lo largo de tus años, forma parte del bagaje con el que cuentas para la misión o misiones a los que Dios te llama. De ahí que tengas que escuchar y descubrir, en primer lugar, esa llamada y que le des respuesta: el famoso “hágase” de María, o el “habla, Señor, que tu siervo escucha” de Samuel.
En el caso lgtbi, antes de hablar de una llamada, tenemos que tener en cuenta que se ha tenido que dar todo un proceso de búsqueda de la identidad, de aceptación y de aprender a vivir tal cual se es, en un mundo generalmente hostil.
Sólo cuando se ha llegado a un estadio de aceptación y con la capacidad de relacionarse con los demás desde lo que uno es, se puede comenzar a hablar de llamada a la misión en clave lgtbi.
A partir de ahí es cuando cada uno, en función de sus dones y capacidades, debe ir descubriendo la misión a la que Dios le llama.
La forma de vida (las bienaventuranzas)
Adoptar las bienaventuranzas como modo de vida no es algo que se hace al estilo de “me pongo un traje o un uniforme”, sino que la lista que nos presenta Mateo (Mt 5, 1ss) y que se encuentra desarrollado a lo largo de los Evangelios, es lo que nos ayuda a personalizarlos, a hacerlas nuestras e integrarlas en nuestra forma de ser de una forma única, irrepetible. Para eso es de gran ayuda la vida en fraternidad y la corrección fraterna, así como el ejemplo de los demás: “animado con el ejemplo de los tuyos … hasta la vida eterna”.
Las bienaventuranzas sólo se pueden vivir en relación a los demás y para la justicia y la felicidad de los demás. Eso debe ser ya una interpelación.
Ante el descubrimiento de la orientación sexual o de la experiencia de género que no encaja con lo establecido por la sociedad y el entorno, la reacción más frecuente es el ocultamiento y la vergüenza. Sin embargo, está claro para la visión cristiana, que lo lógico sería la integración en la comunidad que sirve para realizarse tal cual se es.
La pobreza de espíritu, la mansedum
bre, la misericordia o la limpieza de corazón desde la realidad lgtbi tiene matices específicos que se deben descubrir. A su vez, buscar la justicia, la paz, y el bienestar en esta realidad exigen conocer bien la realidad lbtgi en sus múltiples dimensiones y concreciones.
La forma de hacerlo concreto (ser sal y luz), y la misión
El Evangelio está cuajado de referencias a lo que Jesucristo entiende por ser luz y sal. La teoría sin resultados reales y concretos no tiene sentido. La luz no está hecha para ocultarla bajo la cama, sino para que alumbre a todos.
El trabajo interior que se realiza en las dos etapas anteriores llega un momento en que debe aflorar al exterior. Ciertamente bajo el impulso del Espíritu, pero poniendo los medios a través de la conciencia cristiana. Dios actúa, pero nunca sin nuestro concurso.
Sin embargo los miedos están a la puerta y el mundo lgtbi es uno de los que cuentan con más amenazas y dificultades. De ahí la necesidad de pedir al Espíritu que no deje de estar ayudando e inspirando.
Cuestiones para reflexionar
En esta primera fase de la convivencia, ofrecemos un espacio para la reflexión sobre la propia historia y la forma de haber adquirido la necesidad de lograr comunicar esta experiencia a los demás.
El activismo no es una opción para un cristiano. Fuimos ungidos como profetas en nuestro bautismo y eso nos impulsa a actuar en el mundo de forma activa.
- Piensa o busca tres ejemplos de Jesús como activista analizando sus motivaciones, la forma de actuar y el resultado que buscaba conseguir.
- Como hemos visto, el activismo es una dinámica que nace en el interior de la persona y que implica tres dimensiones: Una llamada, un despertar a una vocación.
- Adopción de un modo de vida, una forma de ser (bienaventuranzas). Una dinámica (ser luz y sal) y una acción (misión).
- Trata de rastrear en tu historia real los momentos en los que se han dado llamadas a una actitud activista cristiana y cuál ha sido tu respuesta.
- Trata de buscar algún campo o acción concreta en la realidad lgtbi que está necesitando personas que intervengan en él.
[1] EG 20-24.
[2]Leonardo Boff, Papa Francisco: Iglesia en salida, ¿de dónde y hacia dónde?, < http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=715>, (03-07-2015).
[3] Carta del papa Francisco a los participantes en la XXXVI Asamblea General del CELAM [San Salvador, 9-12 mayo de 2017], <https://w2.vatican.va/content/francesco/es/letters/2017/documents/papa-francesco_20170508_lettera-plenaria-celam.html>.