Hace unos días estuve conversando unos minutos a la salida de la misa de la catedral de Málaga con el recién nombrado cardenal, Fernando Sebastián. Hombre afable y acogedor, fue muy fácil acercarse a él. Tras una breve conversación a propósito de sus declaraciones contra las personas homosexuales, percibí su actitud cercana y de apoyo, pero su discurso era el mismo que el de sus declaraciones. A sus 84 años, hoy Dios me inspira contemplarle como si fuera mi abuela, a la que con su edad me ahorré decirle que yo también lo era.