Hace unas semanas preparé una oración para un grupo. Cuando la preparaba me hacía consciente de que era especial para mí. Llegó el gran día cuando tuvo lugar. Los asistentes participaron como de costumbre en ese espacio de oración, pero encontré algo distinto: había un silencio especial. Contemplé aquella escena los días sucesivos y no aparecieron los contenidos que había preparado; tampoco los comentarios o peticiones. Sólo aparecía el silencio. Justo al final, un brevísimo amago de palmas no acompañado desapareció en medio del silencio. Contemplando una y otra vez ese silencio. Sin duda lo más íntimo de aquella oración.