Conviene que, aun en medio de nuestras luchas, conservemos siempre la paz del espiritu, para que la mente pueda discernir los pensamientos que la asaltan, guardando en la despensa de su memoria los que son buenos y provienen de Dios, y arrojando de ese almacen natural los que son malos y proceden del demonio. El mar cuando está en calma permite a los pescadores ver hasta el fondo del mismo y descubrir donde se hallan los peces, en cambio cuando está agitado se enturbia e impide aquella visibilidad, volviendo inútiles todos los recursos de los pescadores. Solo el Espiritu Santo puede purificar nuestra mente, si no entra el, como el mas fuerte del evangelio, para vencer al ladrón, nunca le podremos arrebatar a éste su presa.