Contemplando la despedida de una compañera de trabajo que tras cinco años de servicio cierra una etapa para irse a trabajar a Londres. Manifestando sus emociones, pudiendo decir malamente «me había propuesto no llorar». Contemplándome imaginativamente a mí mismo en la misma situación. Incapaz de llorar pese a que mis emociones afloran con facilidad, me hago consciente de mi frialdad. No sé muy bien qué hacer con esto ni cómo actuar. Lo pongo en tus manos llenas de paciencia, conformándome con poder soportarme puntualmente, porque me encantaría que fuera de otra manera.