Cóctel Paradiso

Victoria Abril interpreta a un ángel bueno llamado Lola Nevado. Debe bajar a la Tierra para atender la petición de la madre de un boxeador. En el paraíso ella canta en un cabaret. Coincido estéticamente con Agustín Díaz Yanes, director de la película [ Sin noticias de Dios, España, 2001 ]  En la casa de mi padre hay muchas estancias, Juan catorce dos.

¿Cómo te gustaría tu estancia? El Art Déco me gusta. Para mí el paraíso podría ser una cancha de baloncesto en tal estilo, pista de maderas de caoba, arce y pino taraceadas, en ella saltamos y nos hacemos pases y tapones riendo jugadores de baloncesto blancos y negros… O no, ¡mejor un cabaret! Un cabaret también Art Déco. Estan allí tomándose tranquilos un cóctel de paz porque han sido buenos. O porque han sufrido, sí, pero un sufrimiento que querían y aceptaban con su libre albedrío, cuanto tuvieran. Sufrimiento como el dolor tónico que da el deporte, que no es dolor absurdo. Enfin, no hablemos más de este misterio.

 

 

 

 

Los acontecimientos del argumento le hacen cantar ese Yo quiero ser mala. Pero antes, al inicio de la película, había cantado Meditação [ Antonio C. Jobim / N. Mendoça, 1962 ] en esa estancia suya paraíso particular,

 

Quem acreditou
No amor, no sorriso, na flor
Entao sonhou, sonhou…
E perdeu a paz
O amor, o sorriso e a flor
Se transformam depressa demais

Quem, no coraçao
Abrigou a tristeza de ver tudo isto se perder
E, na solidao
Procurou um caminho e seguiu,
Já descrente de um dia feliz

Quem chorou, chorou
E tanto que seu pranto já secou
Quem depois voltou
Ao amor, ao sorriso e à flor
Então tudo encontrou
E a própria dor
Revelou o caminho do amor
E a tristeza acabou

 

 

Quién, en el corazón, abrigó la tristeza de ver perderse todo eso. Y, en la soledad, buscó un camino y siguió, ya descreído de un día feliz. Lloró, tanto que el llanto se secó…

Cambiando de asunto, los gais occidentales tal vez tengamos una sensibilidad especial para la estética. Incluso para el kitsch, al que no somos muy ajenos y con el que nos gusta coquetear. La estética de los templos y de las celebraciones es cuestión importante de la liturgia. En un templo de Madrid, España, he encontrado esta imagen que no puedo dejar de enseñaros. Las luces de neón tienen para mí el encanto de los años cincuenta, del Art Déco de los años veinte. Gasolineras lejanas, los bares de las afueras, resplandecientes avenidas abarrotadas de promesas. Neones de la diversión de la ciudad, hipnotizan…. ¡Nunca pensé que me las encontraría en una capilla!

 

 

 

 

Lo tenéis aquí.

 

Una ocurrencia mía, esto de abajo que he dibujado. De la secuencia latina del oficio de difuntos, del Réquiem. Que nos miremos mutuamente bajo una Lux Æterna, la alegría de los neones crepitantes de la noche urbana,  ¡sana! ¿eh? Noche sana. Decía Ortega y Gasset que la vida humana eterna sería insoportable. Sucede ahora con esta vida limitada material, comprimidos en tiempo y espacio. No lo veamos tanto como una eternidad jugando al baloncesto o en un cóctel, sino más bien como que esa cosa tan incómoda y maloliente de morir, alaridos, estertores, fiambre, ya no sucederá más.  Id haciéndoos a la idea de esa otra siguiente, la más divertida, imaginadla. Supongo que nos podremos mudar de estancia de eón en eón.  Lux Æterna Neon, permitidme esta pequeña salida de tono frívolo. Besos abrazos fuertes desde vuestra pantalla. Y si alguien los quiere en sus hombros, acérquese por Crismhom.

 


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