Sobre la liturgia
Cuando hablo y discuto sobre la liturgia, si es así o asá, me atrevo a pensar que lo más importante probablemente no es la liturgia, la forma de celebrar. Lo más importante es el hecho de que hay personas a mi alrededor sin trabajo, sintiéndose solas, enfermas, hambrientas, dolidas, sin la confianza para pedir ayuda, sin atreverse a compartir sus sentimientos más íntimos por temor a ser juzgados. Estas cosas rompen la estabilidad y la paz de cualquiera. Entretanto, mientras soy incapaz de estar suficientemente cerca de quien lo necesita, me desahogo hablando y discutiendo sobre la liturgia.

Has recibido la carga del sacerdocio. Sentado en la popa de la Iglesia, gobiernas la nave en medio de las olas que la combaten. Mantén firme el timón de la fe, para que las fuertes tormentas de este mundo no te hagan desviar de tu rumbo. El mar es ciertamente grande y dilatado, pero no temas, porque él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos.
Adviento, una palabra ya muy lejana. Una palabra sin apenas contenido, perdida en el tiempo. Más allá de su significación etimológica, una palabra sin muchas resonancias. ¡Tantas y tantas palabras dormidas para siempre para vivir en el recuerdo del tiempo! La Iglesia vive y ora según un ritmo anual que diversifica nuestra vida con Dios. Es necesario vivir el misterio del Adviento, sin el cual no hay Navidad posible. Solamente desde la disponibilidad de una preparación de los caminos del Señor se llega a la plenitud de «todos verán la salvación de Dios». Plena realización de la esperanza para los hombres de hoy y sus nuevas situaciones.
LA VIDA se las trae constantemente! ¿Alguien puede decir que, si estamos abiertos, no nos sorprende a todo momento??? Pues yo no he perdido mi capacidad de asombro ni mi apertura. A pesar de la pereza reinante en mi alma los servicios se siguen sumando. También la gente y las oportunidades.
La oración es una tarea fundamental para los cristianos que el mismo Jesús nos enseñó y encargó especialmente. Durante su vida pública, Cristo, el Maestro, dedicó mucho tiempo a la oración silenciosa y contemplativa. Llegado su tiempo, enseñó a sus discípulos una manera de orar dirigiéndose al Padre para encomendarse en sus manos.