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No se avergüenza de llamarlos hermanos

¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para que te ocupes de él? Por poco tiempo lo pusiste debajo de los ángeles y lo coronaste de gloria y esplendor. Porque el que santifica y los que son santificados, tienen todos un mismo origen. Por eso, él no se avergüenza de llamarlos hermanos, cuando dice: Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos, te alabaré en medio de la asamblea.

Gracias por cumplir mi encargo

Tu eres mi siervo a quien sostengo, mi escogido, a quien prefiero. No gritarás ni vocearás. La caña cascada no la quebrarás y el pabilo vacilante no lo apagarás. Llevarás lo que es justo a tu alrededor y no te desanimarás, porque yo estoy siempre contigo. Gracias por cumplir mi encargo, serás feliz y harás feliz a los demás.

Dame la luz de tu mirada

Abro mi ser y alzo mis manos y mi ser hacia Ti. Mi corazón se abre a la voz de tu Espíritu. Dame la luz de tu mirada. Calma la sed de tu Palabra que hay en mí. Quiero rendirme y entregarme a tu voluntad. No me abandones ni me dejes pues confío en ti.

No con muchas palabras, sino con gran corazón

Un deseo incesante forjado en la fe, la esperana y el amor es una oración incesante. Es necesario que en el seno mismo de nuestra actividad, el deseo continúe la oración. No con muchas palabras, sino con gran corazón.

Dios nos amó primero

Nosotros amamos porque Dios nos amó primero. El que dice: «Amo a Dios», y no ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve? Este es el mandamiento que hemos recibido de él: el que ama a Dios debe amar también a su hermano. La señal de que amamos a los hijos de Dios es que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos que no son una carga, porque el que ha nacido de Dios, vence al mundo. Y la victoria que triunfa sobre el mundo es nuestra fe.

Estáte tranquilo, soy yo

La barca estaba en medio del mar. Remaban muy penosamente porque tenían viento en contra. En la madrugada se acercó Jesús andando sobre el agua. Pensaron que era un fantasma, se pusieron a gritar, estaban sobresaltados. Tranquilizaos, soy yo; no temais. El viento se calmó. Tranquilizaos, soy yo; Estáte tranquilo, soy yo.

Hemos conocido el amor que Dios nos tiene

Queridos míos, si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. Nadie ha visto nunca a Dios: si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros. La señal de que permanecemos en él y él permanece en nosotros, es que nos ha comunicado su Espíritu. Y nosotros hemos visto y atestiguamos que el Padre envió al Hijo como Salvador del mundo. El que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, permanece en Dios, y Dios permanece en él. Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él.

Así Dios nos manifestó su amor

Queridos hermanos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de él. Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados.

En el lecho me acuerdo de ti

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios.

Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti, porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene.

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