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Examen de cuaresma

Ayuno: abstenerse de lo habitual para dejar paso a lo inesperado. ¿Me comporto con coherencia cristiana? ¿En qué situaciones vivo encerrado en mi propio amor, querer e interés? ¿A qué no soy capaz de renunciar por amor?

Limosna: la fuerza de los pequeños gestos. ¿Cuáles son mis faltas de omisión en el servir y amar al prójimo? ¿Cómo está el termómetro de mi solidaridad, de la compasión, de dejarme afectar por la necesidad del otro?

Oración: la alegría de escuchar y acoger La Palabra. ¿Cómo está mi relación con Dios? ¿Escucho y acojo La Palabra?

La Cuaresma: tiempo de curación

La Cuaresma no es tanto un tiempo de castigo cuanto de curación.

La Cuaresma es una época de especial reflexión y oración, un retiro de cuarenta días en que cada cristiano, en la medida de sus posibilidades, trata de seguir a Cristo al desierto mediante la oración y el ayuno.

De este modo, para la iglesia, la Cuaresma no es un tiempo de prácticas penitenciales formales, sino un tiempo de metanoia (cambio), la conversión de todas las mentes y corazones a Dios, en preparación para celebrar el misterio Pascual.

Thomas Merton

La fe que no razona

Dame, Señor, la fe que no razona y que en todo te ve.

Esclarece los ojos de mi alma, dame vida de fe.

Yo no entiendo el porqué de muchas cosas, pero confío en ti.

Cuando Tú lo permites y lo dispones, convendrá así.

Que eres el más amante de los padres, no lo puedo dudar.

Por eso, aunque me aflijas, te quiero siempre amar.

Quiero vivir unido siempre a tu voluntad y verte a Ti en todos los sucesos de mi vida.

Y, ciegos los ojos del sentido, que ni entienden ni ven,
elevar mi mirada hacia el cielo, «por la vida de fe».

Imponiendo las manos para que el Espíritu entre y sane

Apenas desembarcaron, la gente reconoció en seguida a Jesús, y comenzaron a recorrer toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que él estaba. En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban curados.

Visualizando personas y órganos enfermos. Imponiendo nuestras manos sobre ellos. Pidiendo a Dios que su Espíritu entre y sane.

Yo seré quien calme tu miedo y tu dolor

El Señor me dice: Yo seré quien viva. Yo seré tu voz. Yo seré la fuerza que haga que hoy tú vivas mi misión. Yo seré quien calme tu miedo y tu dolor. Haz que en tu vida descubran a aquel que por ellos la entregó.

Podemos expresar el amor de Dios

El camino de la felicidad en el seguimiento de Jesús, consiste en el don de nosotros mismos, día tras día. Por nuestra vida, con gran sencillez, podemos expresar el amor de Dios.

La felicidad se despierta por la sorpresa de un encuentro, una amistad que perdura, la creación artística o la belleza de la naturaleza.

Conservar la paz en medio de la lucha

Conviene que, aun en medio de nuestras luchas, conservemos siempre la paz del espiritu, para que la mente pueda discernir los pensamientos que la asaltan, guardando en la despensa de su memoria los que son buenos y provienen de Dios, y arrojando de ese almacen natural los que son malos y proceden del demonio. El mar cuando está en calma permite a los pescadores ver hasta el fondo del mismo y descubrir donde se hallan los peces, en cambio cuando está agitado se enturbia e impide aquella visibilidad, volviendo inútiles todos los recursos de los pescadores. Solo el Espiritu Santo puede purificar nuestra mente, si no entra el, como el mas fuerte del evangelio, para vencer al ladrón, nunca le podremos arrebatar a éste su presa.

Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?

En el camino hacia Damasco, una intensa luz brilló de pronto a mi alrededor. Caí en tierra y oí una voz que me decía: ‘Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?’. Le respondí: ‘¿Quién eres, Señor?’, y la voz me dijo: ‘Soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues’. Yo le pregunté: ‘¿Qué debo hacer, Señor?’. El Señor me dijo: ‘Levántate y ve a Damasco’. Yo no podía ver, a causa del resplandor de luz. En Damasco le dijo Ananías: «Hermano Saulo, recobra la vista. Dios te ha destinado para conocer su voluntad, para ver al Justo y escuchar su Palabra».

La corrección de Dios

Dios nos exhorta como a hijos suyos: no desprecies la corrección del Señor y cuando te reprenda, no te desalientes. Porque el Señor corrige al que ama y reprende a todo aquel que recibe por hijo. Y ¿hay algún hijo que no sea corregido por su padre? Toda corrección es motivo de tristeza cuando se recibe, no de alegría; pero más tarde, produce frutos de paz y de justicia en los que han sido adiestrados por ella. Estén atentos para que nadie sea privado de la gracia de Dios, y para que no brote ninguna raíz venenosa capaz de perturbar y contaminar a la comunidad.

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