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Una mula providente

camino iba Ignacio de Loyola y encontróse con un moro. Hablando de Nuestra Señora diole el moro razones, sin poderlas contravenir, de que la Virgen no podía ser tal. Y adelantándose el moro, díjole que pararía en una villa junto al camino real. Quedándose muy incómodo Ignacio y con deseo de apuñalarlo por deshonrarla, sin saber qué hacer, dejó a la mula sin riendas en donde se dividía el camino real. Y aunque el camino hacia la villa del moro era más amplio y el destino era visto, continuó la mula por el camino real.

Haciéndose hombre, uno de tantos

Contemplando el mal en el mundo, la guerra, la explotación con un profundo sentimiento de impotencia. Contemplando a las tres personas divinas mirando la situación en el mundo. Viéndose afectadas hondamente por esta situación, deciden enviar a una de ellas para salvar al mundo. Haciéndose hombre, uno de tantos, nacido en un pesebre en medio de pastores.

En desacuerdo con seguir a Cristo

¿Pensáis que he venido a traer la paz a la tierra? No, os digo que he venido a traer la división.
Padre contra hijo e hijo contra padre, madre contra hija e hija contra madre, suegra contra nuera y nuera contra la suegra».
Nunca se me dijo que por seguir a Jesús, la gente a mi alrededor va a estar de acuerdo. Si esto me puede pasar con las personas más cercanas, ¡cuánto más con el resto!

Devorando palabras

Cuando encontraba palabras tuyas las devoraba; tus palabras eran mi gozo y la alegría de mi corazón, porque tu nombre fue pronunciado sobre mí, Señor, mi queridísimo Señor.

Contemplando cosas sencillas y pequeñas

Contemplando cosas sencillas y pequeñas. Unos niños pequeños visitando a un familiar que había buscado unos caracoles para que jugaran llenos de ilusión. Una madre valorando y tratando de acertar en cómo tratar a su hijo al coger una rabieta sin sentido. Ahorrando una fuerte cuesta a unos familiares mayores para que fueran a misa. Contemplar la alegría de una tía que recibe a su sobrino porque prefiere estar con ella en un pequeño pueblo, que en la gran urbe.

Cuestiones menos importantes

Ante el silencio de mi Señor ante las preguntas importantes que le hago, me siento guiado a responder sobre cuestiones que a mi juicio son menos importantes. Tratando de dar respuesta, encuentro más paz y alegría. Y veo la sabiduría de mi Señor, que me conduce por este camino antes de dar respuesta a mis grandes preguntas.

Con gran sensación de alegría

Estando Ignacio de Loyola recuperándose de su herida del asedio en Pamplona y queriendo leer libros de caballerías para pasar el rato, sólo le pudieron dar vidas de santos. Viéndose él pensando en grandes hazañas como caballero o compitiendo en proezas con los santos, encontraba gran gusto y consolación. Sin embargo, pasado un tiempo las proezas de caballero que había imaginado le dejaban vacío y baldío, mientras que las de los santos permanecían, dejándole gran sensación de alegría.

Afecto y razón sobre lo más conveniente

Quiera mi Señor mover mi voluntad para tomar decisiones acertadas. Poniendo día a día en mi ánima, afecto y razón sobre lo más conveniente. Deseando y eligiendo ir acertando en las pequeñas decisiones diarias, para que así educado, tenga a bien mi Señor concederme la dicha de acertar en las grandes decisiones. Eligiendo con su favor y ayuda, lo que sea vuestro mayor servicio y alabanza.

Os contaré lo que hizo por mí

Bendigan, pueblos, a nuestro Dios, que se escuchen sus voces, que lo alaban.
Vengan a oírme los que temen a Dios, y les contaré lo que hizo por mí.
Mi boca le gritaba alabanzas
pues estaban debajo de mi lengua.
Concédeme contemplar Tu paso por la historia y vendrán a escucharme y no podré por menos que contar lo que hiciste conmigo, lo que vi que hacías con otros. Se maravillarán y alegrarán.

Preparados y vigilantes

Estémos preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas.
Seamos como los que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta.
¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos.
¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así!
Y felices no por miedo a que nos pillen, sino por haberle reconocido, haber podido contemplar cómo se hizo presente en nuestra propia historia.

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