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Empatizando en la oración del huerto

Santa Teresa de Jesús desarrolló un fuerte sentimiento de empatía hacia los demás y hacia Jesús de Nazaret. Ya desde joven, incluso antes de ser monja, movíase su espíritu por las noches, antes de dormirse, para acompañar a Jesús junto al huerto de los olivos. Pensaba ella para sí, que aunque no fuera quizá la mejor compañía, no podía dejar solo a Jesús desolado, sudando sangre, en momento tan duro y crítico. Plenamente consciente de su humanidad limitada y sintiendo fuerte empatía hacia él.

Última y suma muestra de su amor

Jesús sabía que había llegado la hora de dejar este mundo e ir al Padre. Jesús siempre había amado a los que le pertenecían en este mundo. Entonces les dio una última y suma muestra de su amor. Un amor libre de una prestación anterior, para el que uno no necesita ser bueno o haber hecho algo para ser querido. Por encima de moralismos, rezos u otras cosas mandadas, la relación personal con el amor de Jesús es respuesta a un amor suyo anterior.

En tiempo de desolación, no hacer mudanza

Una persona con fe se atreve a hacer lo humanamente no razonable, porque no cuenta sólo con sus fuerzas. En los momentos en los que a pesar de la fe, todo se tambalea, sólo cabe seguir del modo en que avanzábamos cuando las cosas aún no se tambaleaban (en tiempo de desolación no hacer mudanza).

En comunión cristiana

Sintiéndome en comunión cristiana en medio de una celebración ecuménica de la Iglesia Ortodoxa Rusa en la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Sin hacer comparaciones, disfrutando y contemplando lo distinto. Poniendo tres velas por tres intenciones.

Tiempo para uno mismo

Buscando tiempos para estar, sin hacer nada, yo solo, en silencio. Tiempos para estar con uno mismo, para pensar; vaciar la cabeza de cosas hasta que ya no quede nada, hasta que empiecen a aparecer cosas nuevas. Tiempos para contemplar y mirar el devenir de nuestra propia vida, recrearnos en lo ya vivido, parando, viendo, agradeciendo y pidiendo perdón.

La fuerza no proviene de nosotros

Llevamos el tesoro de conocer a Jesús en vasijas de barro, para que quede claro que la fuerza de Dios no proviene de nosotros. Nos aprietan, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; acosados pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rematan.

Contemplando la miseria de la iglesia

Contemplando la miseria de la iglesia, criterios humanos, división, servilismo, poder, dinero y resto de valores mundanos metidos en la misma raíz humana de la iglesia. Contemplando cómo la Trinidad mira todo esto y envía al Hijo para ser muro de contención, para redimir desde el amor nuestra limitación humana.

Penas y gozos compartidos

Cuando una parte sufre, el cuerpo entero sufre con ella. Si una parte se alegra, el cuerpo entero se llena de alegría. Sea hoy nuestro duelo y pronto nuestra alegría.

Sin apenas conocer

Evangelizando nuestra propia vida. Según va pasando, uno va tomando decisiones. Contemplando los discípulos que siguen a Jesús sin conocerle. Viendo y sintiendo su llamada y confiando en él. Con decisión fresca, un tanto irracional, le siguieron sin apenas conocerle. Sin enterarse mucho, aprendieron quién era Jesús compartiendo y viviendo con él.

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