Sabes que eres bienvenido

No ser bienvenido es tu temor más grande. Se relaciona con tu miedo del nacimiento, tu temor de no ser bienvenido en esta vida, y tu temor de la muerte, tu temor de no ser bienvenido en la vida que sigue a ésta. Es el temor profundamente arraigado de que hubiera sido mejor no haber vivido.

Aquí estás frente al centro de la batalla Espiritual. ¿Te vas a entregar a las fuerzas de la oscuridad, que dicen que no eres bienvenido en esta vida, o puedes confiar en la voz de Aquel que vino no para condenarte sino para liberarte del miedo? Tienes que optar por la vida. En cada momento, debes decidir confiar en la voz que dice: Te amo. “Me has tejido en el vientre de mi madre” (Sal 139, 13).

Deja que Dios hable a través de ti

Una y otra vez te enfrentas a la opción de dejar hablar a Dios o dejar que tu parte herida lance alaridos. Si bien tiene que haber un lugar en el cual puedas permitir que tu parte herida reciba la atención que necesita, tu vocación es hablar desde el lugar en que reside Dios.

Cuando dejas que tu parte herida se exprese bajo la forma de apologías, discusiones o quejas (a través de las cuales no se la puede escuchar verdaderamente), solo te sentirás cada vez más frustrado y rechazado. Defiende a Dios en tu interior y deja que Dios pronuncie palabras de perdón, de sanación y de reconciliación, palabras que llamen a la obediencia, al compromiso radical y al servicio.

Repite a menudo: «Señor ten piedad»

Te preguntas que hacer cuando te sientes atacado por todos los flancos por fuerzas aparentemente irresistibles, olas que te cubren y que quieren hacerte perder pie. A veces, estas olas consisten en sentirse rechazado, sentirse olvidado, sentirse no comprendido. A veces, consisten en ira, resentimiento, o hasta deseo de venganza, y a veces, en una autocompasión y autorrechazo. Estas olas te hacen sentir como un niño indefenso abandonado por sus padres.

Separa los falsos dolores del verdadero dolor

Hay verdadero dolor en tu corazón, un dolor que realmente te pertenece. Ahora sabes que no puedes evitarlo, ignorarlo ni reprimirlo. Es este dolor el que te revela como se te convoca a vivir en solidaridad con la quebrada raza humana. Debes distinguir con cuidado, sin embargo, entre tu dolor y los dolores que se han adherido a el pero que no son verdaderamente tuyos. Cuando te sientes rechazado, cuando te consideras un fracaso y un inadaptado. Debes tener cuidado de no dejar que estas sensaciones y pensamientos perforen tu corazón. No eres un fracaso ni un inadaptado. Por lo tanto, tienes que desconocer estos dolores como falsos. Pueden paralizarte y evitar que ames del modo en que eres convocado a amar.

Sigue buscando la comunión

Un deseo de comunión ha sido parte de ti desde que naciste. El dolor de la separación, que experimentaste cuando niño y que sigues experimentando ahora, te revela este profundo apetito. Toda tu vida has buscado una comunión que venciera tu temor a la muerte. Este deseo es sincero. No lo veas como una expresión de tu ansiedad ni como un síntoma de tu neurosis. Proviene de Dios y es parte de tu verdadera vocación.

2017-03-02 Vuelvan a mi con todo su corazón

Monición introductoria

Entrar en Cuaresma, es inaugurar un tiempo fuerte de penitencia y conversión. Entrar en Cuaresma, es una llamada a salir de nosotros, de nuestras casas, de nuestros prejuicios, de nuestros intereses, gustos y comodidades. ¡Sal de ti y ve hacia el otro! Entrar en Cuaresma, es afrontar la realidad personal y dejarse juzgar por la Palabra de Dios; descúbrete, acéptate, conviértete. Entrar en Cuaresma, es dejar poner nuestro corazón en la sintonía del corazón de Dios; practica la compasión que hace hermanos. Entrar en Cuaresma, es vaciar nuestras manos, saber renunciar a nuestras seguridades, a aquello que nos esclaviza; libérate para poder abrazar. Entrar en Cuaresma, es saber caminar con otros creyentes que buscan a Dios siguiendo a Jesús en Espíritu y en Verdad.

2017-02-23 Enséñanos tu rostro Señor

MONICIÓN DE ACOGIDA Enmascarar la vida

(Fuente: https://tallerdeoracionpersonal.blogspot.com.es)

En estos días de carnaval nuestras calles se llenan de brujas, princesas, presidiarios, gangsters e infinidad de imitadores de personajes famosos o televisivos. Disfraces para niños y adultos. Unos llenos de imaginación y que provocan la sonrisa y otros llamativos únicamente por su mal gusto. Pero todos ellos tienen algo en común: detrás de ellos hay una persona. Y si algo hace el disfraz es intentar que por unas horas quienes le ven sólo se fijen en el personaje y no en la persona. Pero los disfraces no son los únicos capaces de ocultar detrás de sí a las personas. Muchas veces es el lenguaje que usamos el que se encarga de ocultar la realidad. Así por ejemplo desde unos años a esta parte palabras como crisis, recesión, prima de riesgo, deuda, impagados, burbuja inmobiliaria o cifras de parados han intentando analizar la realidad en que vivimos. Y sin embargo en muchos casos lo único que han conseguido es enmascarar detrás de ellas la realidad de muchas personas y sus problemas. Sus dificultades para poder desarrollar sus aspiraciones, tener un techo bajo el que vivir o para comer todos los días sin necesidad de la ayuda de una ONG. Buscamos soluciones a sus problemas en función del lenguaje que hemos construido, pero muchas veces sin preocuparnos de las personas y de su realidad concreta. Sin tener en cuenta qué pasa con cada una de esas personas. También nuestra oración tiene a veces estos peligros. Podemos convertir nuestra oración en algo lleno de palabras ilusionantes como Reino de Dios, perdón o caridad y sin embargo olvidarnos de que esas palabras deben tener una concreción tangible en los que nos rodean. Para Jesús palabra y acción iban íntimamente unidas. Siempre rodeado de personas a las que perdonar, curar, hablar de Dios, dar una palabra de aliento. Su anuncio del Reino no eran palabras bonitas y vacías para alegrar el oído. Eran gestos concretos con los necesitados, los leprosos, los paralíticos, los marginados. Quizá en estos días de carnaval puedas tomarte un tiempo para reflexionar si tu oración te ayuda a quitar las máscaras que te ocultan las personas o si por el contrario es una máscara más que pones ante la realidad. Puedes pedirle al Señor que te ayude a descubrir cómo se puede concretar tu fe y lo que sientes en tu oración. Y puedes empezar a prepararte para vivir la Cuaresma, un tiempo de conversión interior para despojarte de todo aquello que te impide ver la realidad como realmente es.

Enfrenta al enemigo

A medida que ves más claramente que tu vocación es ser testigo del amor de Dios en este mundo, y a medida que te decides más a vivir de acuerdo con esa vocación, los ataques del enemigo se incrementaran. Escucharas decir: “Careces de valor, no tienes nada que ofrecer, no eres atractivo, ni deseable, ni amable.” Cuanto más sientas el llamado de Dios, mas descubrirás en tu propia alma la batalla cósmica entre Dios y el Diablo. No temas. Sigue fortaleciendo tu convicción de que el amor de Dios es suficiente para ti, de que estas en buenas manos, y de que se te esta guiando en cada paso del camino. No te sorprendas por los ataques demoníacos. Se incrementaran pero, al enfrentarlos sin temor, descubrirás que no tienen poder.

Defiende la victoria

Aun tienes miedo de morir. Ese temor esta relacionado con el temor de no ser amado. Tu pregunta “¿Me amas?” y tu pregunta “¿Tengo que morir?” están íntimamente conectadas. Hacías estas preguntas cuando eras un niño pequeño, y aun las formulas.

Cuando llegas a saber que eres plena e incondicionalmente amado, también llegas a saber que no debes temer la muerte. El amor es más fuerte que la muerte; el amor de Dios estaba allí antes de que nacieras y estará allí para ti después de tu muerte.

Sigue confiando en la llamada de Dios

Cuando llegues a darte cuenta de que Dios te esta atrayendo hacia un mayor anonimato, no tengas miedo de esa invitación. Con el correr de los anos, has permitido que las voces que te convocan a la acción y a una gran visibilidad controlen tu vida. Todavía piensas (aun en contra de tus mejores intuiciones) que necesitas hacer cosas y ser visto para seguir tu vocación. Pero ahora estas descubriendo que la voz de Dios dice: “Quédate en casa, y confía en que tu vida sea provechosa aunque quede oculta.”.

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