II. CÓMO EMPLEAR EL TIEMPO DE LA ORACIÓN
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Abordamos ahora la principal pregunta a la que hemos de intentar responder. He
decidido dedicar media hora o una hora diaria a la oración; ¿qué debo hacer? ¿Cuál es elmejor modo de emplear ese tiempo de oración?
No es fácil responder por varias razones.
En primer lugar, porque las almas son muy distintas. Hay más diferencias entre las
almas que entre los rostros. La relación de cada alma con Dios es única y, por lo tanto, también su oración.
Entregarse enteramente a Dios
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y el avance en la vida de oración, ha llegado el momento de decir algunas palabras sobre el estrecho lazo, en ambos sentidos, que existe entre la vida de oración y el resto de la vida cristiana. Esto significa que, con frecuencia, lo que es fundamental para el progreso y la profundidad de nuestra oración, no es lo que hacemos en esos momentos, sino lo que hacemos fuera de ellos.
La determinación de perseverar 4
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mujer y a sus hijos, pero lleva una vida tan activa que no es capaz de dedicarles unos momentos o estar disponible para ellos al 100 por 100. Sin ese espacio de tiempo gratuito el amor se asfixia enseguida, y al contrario, se dilata y respira en la gratuidad: Hay que saber perder el tiempo en favor de los otros.
La determinación de perseverar 3
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La determinación de perseverar 2
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hábito, tampoco alcanzará el pleno desarrollo de su vida espiritual. No conseguirá jamás la paz interior, se verá sometida continuamente a excesivos escrúpulos y en todo lo que haga habrá siempre algo humano: un apego excesivo a su voluntad, rasgos de vanidad, de búsqueda de sí misma, de ambición, ruindad de corazón y en los juicios, etc.
La determinación de perseverar 1
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la perseverancia. Perseverancia para la que Dios nos concederá la gracia, si la pedimos con confianza y si estamos firmemente decididos a poner todo de nuestra parte.
Hace falta una buena dosis de determinación, sobre todo al principio.
Humildad y pobreza de corazón
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Pureza de intención
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actitud interior funda mental para quien desea perseverar en la oración: la pureza de intención. Jesús nos dijo: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque verán a Dios» (Mt 5, 8). Según el Evangelio, limpio de corazón no es el que está limpio de pecado, el que no tiene nada que reprocharse, sino el que tiene la intención sincera de olvidarse de sí mismo para agradar a Dios en todo lo que hace, de vivir para El y no para sí mismo. La oración no debe centrarse en uno mismo para encontrar un placer personal en ella, sino para complacer a Dios. Si no es así, la perseverancia en la oración es imposible. El que se busca a sí mismo, el que busca su propio contento, abandonará la oración en cuanto le resulte difícil, árida, cuando no obtenga la satisfacción y el gusto que espera de ella.
Fidelidad y perseverancia
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Quien emprende el camino de la oración debe luchar, en primer lugar, por la
fidelidad. Lo que importa sobre todo no es conseguir una oración hermosa y gratificante, rica en ideas y sentimientos profundos, sino una oración fiel y perseverante. Dicho de otro modo, no hay que fijarse en la calidad de la oración; hay que fijarse ante todo en la fidelidad en la oración. La calidad será fruto de la fidelidad.
LA FE Y LA CONFIANZA, BASES DE LA ORACIÓN
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La fe es la capacidad del creyente para actuar, no por impresiones, prejuicios o ideas recogidas en el entorno, sino por lo que dice la palabra de Dios, que no puede mentir. Así entendida, la virtud de la fe es la base de la oración: su puesta en práctica implica distintos aspectos.