V. Algunos métodos de oración

INTRODUCCIÓN
A la luz de todo lo anterior, diremos ahora unas breves palabras sobre los métodos
empleados principalmente para hacer oración.
En muchas ocasiones no será necesario método alguno. Pero puede ser útil
apoyarse en un procedimiento u otro de los que vamos a exponer.
Hagamos algunos comentarios preliminares. ¿En qué basarnos para elegir una
forma de oración en lugar de otra? Creo que es un terreno en el que somos
absolutamente libres.

Las condiciones materiales de la oración

A continuación haremos algunas observaciones a propósito de las condiciones
externas de la oración: duración, momentos, posturas, lugares adecuados.
Por supuesto, no se les debe atribuir una importancia excesiva, pues en ese caso
haríamos una técnica de la vida de oración, o nos concentraríamos en lo que no es
esencial, lo que sería un error. En principio, se puede hacer oración con la santa libertad de los hijos de Dios: no importa cuándo, no importa dónde y con una gran variedad de actitudes físicas.

Nuestro corazón y el corazón de la Iglesia

Para terminar esta parte, desearíamos añadir unas palabras sobre el alcance eclesial de la vida de oración. En primer lugar, por tratarse de un misterio muy hermoso que puede estimular extraordinariamente la perseverancia en la vida de oración. Y también para no dejar en el lector la impresión —absolutamente falsa— de que ese componente tan esencial de la vida cristiana como es la dimensión eclesial, es aje no a la vida de oración o sólo tiene con ella un lazo periférico.

El corazón herido

Haremos ahora algunas consideraciones que son como una síntesis de lo dicho en
los últimos capítulos, y que nos sitúan en un punto en el que todo se reúne y se
concreta: la primacía del amor, la contemplación, la oración del corazón, la humanidad de Jesús, etc.
A fin de cuentas, la experiencia demuestra que para orar bien, para llegar a ese
estado de oración pasiva del que hemos hablado, en el que Dios y el alma se comunican profundamente, es preciso que el corazón esté herido.

III. Evolución de la vida de oración

DE LA INTELIGENCIA AL CORAZÓN
Evidentemente, la vida de oración no es una realidad estática, sino que sigue un
desarrollo, unas etapas, un progreso no siempre lineal, por supuesto, con ocasionales retrocesos ¡al menos aparentes!
Los autores espirituales que tratan de la oración suelen distinguir diversas fases en
su desarrollo, diferentes «estados de oración», desde los más habituales a los más
elevados, que jalonan el itinerario del alma en su unión con Dios.

Dios habita en nuestro corazón

Desearíamos ahora enunciar un cuarto principio teológico de gran importancia
también como guía en la vida de oración; a través de esta pretendemos ponemos en la presencia de Dios.

Dios se nos da a través de la humanidad de Jesucristo

Después de la primacía de la actuación divina y de la primacía del amor, veamos
ahora un tercer principio fundamental que sostiene la vida contemplativa del cristiano: encontramos a Dios en la humanidad de Jesucristo.
Hacemos oración para entrar en contacto con Dios, pero a Dios nadie lo conoce.
¿Cuál es el modo, el medio que se nos ha dado para encontrar a Dios? Hay un único
mediador, el Cristo Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre.

Primacía del amor

Veamos ahora un segundo principio tan fundamental como el primero: la primacía
del amor sobre todo lo demás. Santa Teresa de Jesús dice: «En la oración, lo que cuenta no es pensar mucho, sino amar mucho».
Eso también es liberador. A veces no podemos pensar, no podemos meditar, no
podemos sentir pero, no obstante, siempre podemos amar.

Primacía de la acción divina

El primer principio es sencillo pero muy importante: En la oración lo que cuenta
no es lo que nosotros hacemos, sino lo que Dios hace en nosotros durante ese tiempo.
Conocer ese principio nos libera, pues a veces somos incapaces de hacer ni decir
nada durante la oración. Eso no tiene nada de trágico, pues si no somos capaces de
obrar, Dios puede hacer —y hace— siempre algo en lo más profundo de nuestro corazón, incluso si no nos damos cuenta.

Cuando no se plantea la cuestión

Nos estamos preguntando cómo debemos emplear el tiempo de la oración. Antes
de seguir tratando esta cuestión, es preciso advertir que a veces no se plantea. Y esto es lo que habrá que considerar en primer lugar. la cuestión no se plantea cuando la oración fluye de la fuente, por decirlo de algún modo: cuando existe una comunicación amorosa con Dios sin necesidad de saber cómo ocupar el tiempo.

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