Jueves Santo: día del amor fraterno

Hoy, día del amor fraterno, de la institución de la eucaristía, de la inauguración del sacerdocio, del amor entregado entre hermanos en la fe. Sabiendo que había llegado su hora, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo. Día para en todo amar y servir, de renovación del servicio, desde el ministerio sacerdotal y el compromiso de casado o soltero, de padre, madre, amiga o abuelo. Día para arrodiñarse a lavar los pies y también día para dejarse lavar. Día para no querer ni permitirse pensar que Cristo se haya podido olvidar de mí. Día para dar gracias por nuestras dudas, porque nos enseñan a crecer. Día para pedir por los que como Judas traicionaron a Cristo y por aquellos que nos traicionan a nosotros. ¿Cómo devolver al Señor todo el bien que nos ha dado? porque ¡cuánto le cuesta al Señor la muerte de sus fieles! Hoy, sin duda, día del amor fraterno.

Gracias por enseñarnos a amar

Gracias, mi queridísimo Señor, gracias. Muchas gracias. Muchísimas gracias. Porque elegiste esta forma de entregarte, muriendo en una cruz, para enseñarme a amar.

Palabras gastadas renovadas

Contemplando la forma de celebrar misa de un misionero redentorista amigo. Una misa de tarde de diario, sin homilía, apenas duró 25 minutos. Mirando la devoción, el ánimo y el sentido que confería a unas palabras litúrgicas gastadas y sobreusadas. En sus labios, parecían ser renovadas por el mismo Dios.

Contemplando la Pasión

Señor, dígnate escucharme, porque estoy triste y pobre; protégeme, pues te soy fiel. Tú eres mi Dios; ¡salva a este siervo tuyo que en ti confía! Señor, ten compasión de mí, que a ti clamo a todas horas.
Señor, alegra el ánimo de este siervo tuyo, pues a ti dirijo mi oración. Porque tú, Señor, eres bueno y perdonas; eres todo amor con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración, ¡atiende mi plegaria! En mi angustia clamo a ti, porque tú me respondes.

Tibios indecisos

Contemplando a un compañero de trabajo que lleva dos años levantándose a las 5 para estudiar y así poder buscar un trabajo donde encontrar su sitio. Quizá debiera irse tres años fuera de España para tener esa experiencia. Contemplando su decisión firme y su empeño férreo. Con costosas implicaciones familiares como la separación temporal durante unos años. Sin embargo, contemplando ese empeño claro.

A los indecisos y tibios a los que siempre nos costó ver opciones claras, sírvanos trabajar y orientar nuestra vida poco a poco a lo largo del tiempo en una dirección. Y que ese posicionamiento sea nuestra confirmación, para poder escoger con decisión y alegría, aquello para lo que con tanto empeño y tiempo nos hemos orientado y preparado.

Mis planes no son vuestros planes

Mis planes no son vuestros planes. Mis caminos no son vuestros caminos, dice nuestro Señor. Recordando una vez más que las cosas no van a ocurrir según mis planes, porque los planes del de Arriba van mucho más allá que los míos. Sea entonces Tu voluntad y confirma que así sea. Entretanto, concédeme paciencia y alegría para irla siguiendo.

Cada cual a lo suyo

Mirando la viña del Señor. Viendo en ocasiones a cada viñador a lo suyo, sin gran comunidad. Pensando en la vida eterna o la resurrección para algunas personas no como algo que se recibe en esta vida, sino un estado en el que uno se libra de ella. Teniendo que ir más allá de la vivencia con los viñadores, quedándome únicamente con el Dueño.

El Dueño vino a buscarme

Contemplando la viña de un Dueño que llama a sus colaboradores a trabajar en ella cada hora, cada minuto, cada segundo. Viendo cómo todos reciben el mismo pago al terminar el día. ¿Conocieron realmente los últimos que llegaron al dueño o al resto de viñadores? Yo los conocí y trabajé con ellos. Cuando al fin del día me fui a casa, no caí en pasar por caja, pero el Dueño vino a buscarme para darme eso mismo, aunque me pareció tantísimo más preciado que a ellos.

Un largo camino por recorrer

Contemplándome internamente, veo un largo camino por recorrer. Creyéndome bueno en ocasiones, veo que sólo hay Uno realmente bueno. Mirando apegos a lo que tengo, sintiéndome con derecho a que no me engañen, a que se haga buen uso según mi propio criterio de lo que dispongo. ¿Acaso soy juez y administrador competente de todo «lo mío»? ¿No será que no es tan mío como me creo? ¿Acaso no lo he recibido yo también?