Nos llama hijos suyos

Mirad lo inmenso que es el amor del Padre, que nos llama hijos suyos. Realmente lo somos. El mundo no nos conoce porque a Él no le han reconocido. Lo que seremos, no se nos ha dado aún a conocer, pero seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es. Tener esta esperanza nos hace santos, como Él mismo lo es.

El Señor soberano es mi fuerza

Señor, he oído tu fama, me ha impresionado tu obra. En medio de los años, realízala; en medio de los años, manifiéstala; en el terremoto, acuérdate de la misericordia.

Sales a salvar a tu pueblo, a salvar a tu ungido.

El Señor viene de Temán; el Santo, del monte Farán: su resplandor eclipsa el cielo, la tierra se llena de su alabanza; su brillo es como el día, su mano destella velando su poder.

Aunque la higuera no echa yemas y las viñas no tienen fruto, aunque el olivo olvida su aceituna y los campos no dan cosechas, aunque se acaban las ovejas del redil, y no quedan vacas en el establo, yo exultaré con el Señor, me gloriaré en Dios mi salvador.

El Señor soberano es mi fuerza, él me da piernas de gacela y me hace caminar por las alturas.

Uno de tantos

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario, se despojó de sí mismo, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el “Nombre sobre todo nombre”; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, y en el abismo y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre. (Filipenses 2, 5-11)

Venid a mí los que estáis cansados y agobiados

Venid a mí todos los que están cansados y agobiados, que yo os aliviaré.
Cargad mi yugo y aprended de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontraréis alivio.
Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.

Aprendiendo a pedir lo más conveniente

El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad porque no sabemos pedir lo que nos conviene. Sin embargo, él mismo intercede por nosotros con gemidos no expresables con palabras. Y Dios, que conoce nuestro corazón, sabe lo que el Espíritu quiere decir, porque el Espíritu ruega según la voluntad de Dios.

Fortaleza mía

Te amo, Señor, fortaleza mía, roca mía, castillo mío, mi libertador. Dios mío en ti confiaré. Pues mi escudo eres Tú y la fuerza de mi salvación. Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos.

Opciones que son tentaciones

Opciones que son tentaciones. Tentaciones en forma de opciones. Elecciones entre buenas opciones. Intentando y pidiendo acertar a escoger la que más conduce a la felicidad. Constatando lo difícil que es elegir con criterio, con el criterio de Dios. Quédate, Señor y vela conmigo, quedaos vosotros también y pedid no ceder en la prueba, la prueba de hacer mudanza en tiempo de desolación.

Pobreza fuente de riqueza

¡Oh pobreza, fuente de riqueza! La pobreza nos fuerza a ser auténticos, sin tener que contentar a todos. Nos hace libres porque administrar cuando mucho se tiene, es una esclavitud.

Sin juicios

No somos quiénes para juzgar. Todos pasamos por circunstancias que explican lo que hacemos. No juzgar es un gran ejercicio de amor.

Confiando en dejarse entrenar

Sobre la confianza. Pidiendo fe y confianza de que Dios tiene planes de felicidad para cada uno. Planes en ocasiones insondables, ininteligibles, INIMAGINABLES. Pidiendo no tener miedo a dejarse hacer, al ejercicio de disponerse y aceptar que cuando hay caminos inspirados por Él que se cierran, aparece la esperanza firme de que el Señor nos abrirá otros, sabiendo que el camino recorrido no es en vano, sino que es necesario seguirlo y vivirlo, porque es el medio eficaz que tiene Dios para dotarnos de la capacidad de en todo amar y servir.