Ángeles personales

Que se hagan presentes los ángeles personales que nos trajeron y traen el amor de Dios, acompañan nuestras vidas y custodian nuestra soledad. Por todos los que nos precedieron y siguen estando en nuestras vidas. Porque cuidan de nosotros y son medio eficaz del amor de Jesús de Nazaret. Que hoy os acompañen a todos.

Dejarse hacer

En Cuaresma nos afanamos con frecuencia en descubrir qué cosas debemos hacer o dejar de hacer, de qué cosas nos haría bien privarnos. En realidad, descubrir quién es Dios y en qué consiste la vida cristiana está mucho más relacionado con descubrir lo que Jesús de Nazaret hizo, quiere hacer y está deseando hacer por nosotros. Desde la comprensión vivencial e intelectual de la gratuidad de Dios, recibimos una llamada para hacer y dejar de hacer, para ayunar de lo que no nos hace felices, en agradecimiento por tanto bien recibido.

Miércoles de Ceniza

Miércoles de Ceniza, inicio de la Cuaresma. Tiempo de ayuno, de privarse de aquello que no nos trae la felicidad aunque lo deseemos fuertemente. Tiempo para pedir perdón y para perdonar, para saberse limitado, para pedir ayuda, para dejarse ayudar. Tiempo de conversión de cambio. Tiempo para querer y quererse, para observar y observarse. Tiempo para acompañar a quien lo necesita, para estar presente y no cerrarse a las necesidades ajenas. Tiempo para dejarnos apremiar por el amor de Cristo, buscando su rostro en quienes nos rodean. Tiempo para animarse a corresponder en los que tenemos cerca y lejos, el amor infinito de nuestro Creador que ama a todos los seres y no aborreces nada de lo que ha creado. ¿Cómo podríamos existir, si tú no quisieras y nos quisieras? Miércoles de Ceniza, inicio de la Cuaresma, tiempo de reconversión.

Pequeños grandes protagonistas

Cuando el gran general sirio Naamán contrajo la lepra, fue a ver al rey de Israel con regalos y fasto para que le curara. Pero el rey no sabía cómo atenderle. Fue la criada la que le dijo que fuera a ver a Eliseo. Cuando llegó a donde se encontraba Eliseo, él le mandó un criado diciéndole que se bañara siete veces en el Jordán, pero no le recibió personalmente. Enfurecido por semejante trato, se fue despotricando del Jordán en su orgullo de no ser recibido dado su rango. Fueron sus criados quienes le convencieron de que se bañara, que bien hubiera él aceptado hacer algo muy difícil. Y tras bañarse quedó limpio. Hoy doy gracias por los que hacen el papel de criados. Sus acciones aparentemente insignificantes son las que cambian la realidad. Y sus sensatas voces calladas son las que valen ser escuchadas.

Hablando cuando se me pregunta

En un curso de liderazgo y gestión de equipos nos pusieron un ejercicio en el que mi papel consistía en no dar la información de la que disponía a menos que alguien me pidiera por mi nombre que la diera. Al terminar el ejercicio puse de manifiesto que desempeñar este papel me resultaba familiar, porque espontáneamente lo hacía. Porque estoy acostumbrado a no hablar si percibo que no se me escucha y en lugar de hablar más alto para captar la atención, prefiero sólo hablar cuando alguien interesado me pregunte o escuche.

Mucho ÁNIMO y gracias

Acompañando a gente enferma, amigos que pierden a sus familiares queridos, pidiendo y haciendo presente a personas con dificultades. Animando actividades para crear comunidad para que otras personas y uno mismo crezcamos humana y espiritualmente. Actividades y presencias ocultas que son agradecidas calladamente por las personas afectadas. Ese es el sitio que intuyo escoge hoy para mí, aquel a quien quiero. Quizá el mismo lugar que escogió para sí mismo. Por eso, mucho ÁNIMO a todos, que hoy Dios está ahí en medio de nosotros infundiendo consuelo y alegría. GRACIAS.

Sobre los dones

Y Dios puede colmarnos de dones, de modo que teniendo siempre suficiencia de todo, os sobre para toda clase de obras buenas […] El que provee la semilla al sembrador y el pan para comer, proveerá y multiplicará vuestra semilla y hará crecer la cosecha de vuestra limosna (2 Co 9, 8-10).

Amas a todos los seres

Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado. ¿Cómo podrían existir los seres, si tú no lo hubieras querido? ¿Cómo podrían conservarse, si tú no lo ordenaras? Tú tienes compasión de todos, porque todos, Señor, te pertenecen y amas todo lo que tiene vida, porque en todos los seres está tu espíritu inmortal (Sabiduría 11, 24-26; 12,1).

Deseando a Dios mismo

Ya no son cosas lo que queremos de Dios. Lo que nuestro corazón desea es a Dios mismo. Buscamos su abrazo: «extiendo mis brazos hacia ti». Despierta nuestro deseo: «tengo sed de ti como agua reseca».

Pongámonos delante de Dios. Cada cual solo, desnudo, con nuestra pobreza inmensa. Digámosle con fe: «Me atraes. Siento que me amas». ¿Cuándo llegaré a ver tu rostro? ¿Cuándo podré gozar de tu dulzura?

Deseo de Dios

Todo nuestro ser anhela a Dios. Deseamos su caricia y su ternura inmensa. ¿Qué no daríamos por gustar su amor insondable? Sabemos que nada ni nadie nos puede colmar como Él. Digámoslo desde muy dentro: «Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo».

Nuestro corazón no descansará sino en Dios. ¿Dónde podríamos acaso encontrar algo mejor? ¿Quién nos podría dar esa paz inconfundible que sentimos junto a Él, junto a Ella? Confesémoslo con gozo: «Para mí lo bueno es estar junto a Dios».

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