Escuchando el silencio

Cuando preparo una oración para un grupo de personas, pongo textos y reflexiones que han pasado por mí, me han conmovido, las he hecho mías. Al compartirlas me siento un tanto desnudo, abierto, expuesto. En el transcurso de la oración hay veces en que todo el mundo se queda callado. No se oyen los usuales cambios de postura, el giro de las hojas de papel, los susurros de comentarios entre personas, los móviles y relojes, los pasos de personas que llegan tarde. Cuando se logra ese silencio, tras leer una frase, un salmo, una lectura, se produce un momento de conexión, de sincronización: todo el mundo está en silencio. No se oye nada, ni una mosca, ni un chasquido. Posturas meditativas, corazones en vilo, ausencia de pensamientos. Por fin se escucha el silencio y un fluido invisible nos envuelve y conecta.

Los que saben recogerse

Los que saben recogerse (llámese así porque recoge el alma todas las potencias y se entra dentro de sí con su Dios) están ya (como dicen) puestos en la mar; que, aunque del todo no han dejado la tierra, por aquel rato hacrn lo que pueden por librarse de ella, recogiendo sus sentidos a sí mismos. Si es verdadero el recogimiento, siéntese muy claro, porque hace alguna operación. No sé cómo lo dé a entender. Quienlo tuviere, sí entenderá.

Falsa humildad

Se deje de unos encogimientos que tienen algunas personas y piensan en humildad. Sí, que no está la humildad en que si el rey os hace una merced no la toméis, sino tomarla y entender cuán sobrada os viene y holgaros con ella. ¡Donosa humildad que me tenga yo al Emperador del cielo y de la tierra en mi casa, que se viene a ella por hacerme merced y por holgarse conmigo y que por humildad ni le quiera responder ni estarme con Él ni tomar lo que me da, sino que le deje solo; y que estándome diciendo y rogando que le pida, por humildad me quede pobre y aun le deje ir de que ve que no acabo de determinarme! No os curéis (no hagáis caso), hijas, de estas humildades, sino tratad con Él como con padre y como con hermano y como con Señor y como con esposo; a veces de una manera, a veces de otra, que Él os enseñará lo que habéis de hacer para contentarle. Dejaos de ser bobas; pedidle la palabra, que vuestro esposo es, que os trate como a tal (Santa Teresa de Jesús, Camino de Perfección 28, 3).

Todos llamados a ser santos

Día de todos los Santos y día de difundos. Santos y difuntos se unen. Santos podemos ser todos, Dios nos llama a todos a ser santos porque podemos serlo. Amar y dejarse amar. Cuidar y dejarse cuidar. Ser santo es ser humano y por tanto limitado. Es acertar a poner el amor por delante en el lugar de cada uno, dejarse hacer por Dios. Somos seres únicos con una misión. Nuestros difuntos queridos nos acompañan en todo momento. No nos olvidamos de ellos porque su amor no se puede olvidar.

Solemnidad de los todos Santos

Hoy, en la solemnidad de todos los santos, recordamos y hacemos presente a todos los que nos han dejado, a los que mantenemos en el vivo recuerdo de nuestra memoria. Porque siguen formando parte de nuestro corazón y nos seguimos queriendo, porque siguen presentes en nuestra vida. Les damos gracias por haber compartido su vida y porque desde la llama vida de su amor siguen cuidando de nosotros. Por todos los que desde el silencio y la cotidianeidad velan gratuitamente por nuestro bienestar, por los que nos incordian porque nos quieren. Por nosotros mismos que anónimamente también velamos y cuidamos de los que lo necesitan. Hoy, día de los que cuidan y se dejan cuidar, de los que dejan fluir el amor por sus vidas presentes pasadas y futuras.

Infundiendo esperanza en la debilidad

El ancla es el símbolo universal de la esperanza. En medio de la tormenta, la inseguridad y la indecisión, infundir esperanza consiste en ofrecer a la persona un lugar donde clavar el ancla. Un ancla fundamentado en la realidad, aunque sea un deseo de realidad, siempre que sea alcanzable. El reconstituyente saludable en medio de la vulnerabilidad para anclar nuestra esperanza es sentirse esperado por otra persona. Incluso nuestro cuerpo funciona de otra manera. Se genera seguridad y confianza. Surgen deseos de mejora y nos cura de la soledad.

Competencias espirituales para acompañar a sanar

Si nos ponemos al lado de otra persona para acompañar y apoyar su camino, consideremos la importancia de su dimensión espiritual más allá de su estricta experiencia religiosa. La inteligencia o competencia espiritual tiene que ver con hacerse preguntas profundas de compromiso con la propia realidad, con la búsqueda de sentido en la vida y de respuestas que se traducen en acciones concretas. Personas que trabajan por conocerse a sí mismas, que identifican lo que hondamente tiene valor en sus vidas porque tienen necesidad de encontrar sentido. Personas que intentan escribir y contemplar su vida como un relato unificado y unificador, que necesitan sentirse parte de algo más allá de sí mismas. Gente que acude a la filosofía o las religiones para hacerse preguntas e intentar encontrar respuestas, que se admiran y comprometen ante la naturaleza, que contemplan en silencio lo que les rodea con los ojos del corazón.

Descubriendo nuestra propia vulnerabilidad

Cuando entramos en la realidad de la persona que acompañamos, recibimos el eco de nuestra propia vulnerabilidad, porque entrar en el mundo ajeno nos abre las puertas de nuestro propio mundo. Cuando unimos la experiencia del otro a la nuestra, interpretamos y comprendemos nuestra propia realidad, nos descubrimos sanadores heridos. Involucrar nuestro ser en el acto de acompañar, empatizando con la herida ajena, activa nuestras propias heridas. Integramos nuestra propia sombra y eso nos sana. Aceptar y reconocer nuestra propia fragilidad se convierte en la herramienta resiliente para ayudar a sanar a otros.

Aprendiendo a estar

¿Estamos donde queremos estar? Dios se comunica en el aquí y ahora para darnos el pan de cada día. No el de mañana, sino el de hoy. Todas las tareas tienen su tiempo y su sazón. Hay tiempos para esperar y otros para avanzar y darlo todo. Dios nos invita a encontrar nuestro momento para introducir cambios y entretanto saber esperar y tener paciencia. La vida es como un libro con capítulos. Hay que saber cerrar un capítulo y dar la bienvenida a otro nuevo. Hay que hacer espacio. Muchas veces, cuando no acertamos a gestionar nuestro tiempo, no sabemos estar, porque no paramos de pensar en otras cosas que podríamos estar haciendo. Dios no se rige por un protocolo de tiempos. Por eso hay que estar preparado, porque no sabemos en qué momento vendrá a nuestro encuentro.

Amor: alegría de tu existencia

Contemplando la alegría de mis padres con el simple hecho de verme, su deseo de estar conmigo, compartir. Ayer me decían que el amor a alguien es la alegría plena de que exista. Hoy percibo la alegría plena de mis padres por mi existencia, por mi presencia. Gracias por ello. Es un tesoro inmenso.