Dios todomisericordioso

El rostro de la misericordia es Jesús de Nazaret, Rico en Misericordia. El nombre de Dios es misericordia, La Hora de la Caridad. Creer, tener horizontes de sentido, celebrar y practicar la misericordia. Dios se descubre como misericordia en la historia. Se hace presente y opera metido en la historia desde una alianza, se muestra a través de la oración individual, la confirmación profética de que Dios siempre deja una puerta abierta; la contra imagen de quien piensa que no se puede perdonar tanto.

Las prácticas de Jesús sanando y comiendo con todo tipo de personas junto a sus palabras y parábolas le llevan a recordar lo que dijeron los profetas: «Misericordia quiero y no sacrificios». Un Dios todopoderoso que se convierte en Dios todomisericordioso.

Chaplin

Te criticarán siempre, hablarán mal de ti y será difícil que encuentres a alguien al que Tú puedas gustar tal como eres.

Por tanto vive, haz aquello que te dice el Corazón, la Vida es como una obra de Teatro que no tiene ensayos: canta, baila, ríe, vive intensamente cada día de tu Vida antes de que la Obra termine sin aplausos (Chaplin).

Mudos que hablarán

Jesús estaba expulsando a un demonio a una persona que era muda. Apenas salió el demonio, el mudo empezó a hablar. La muchedumbre quedó admirada,
pero algunos de ellos decían: «Este expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los demonios» (Lucas 11,14-23).

Señor, concédeme no quedarme mudo ante algunas preguntas que me hago y a las que otros me invitan a responder y para las que no sé qué decir. Concede a este pequeño siervo tuyo la elocuencia de responder con alegría y el buen humor para escuchar palabras, quizá desconocidas, sacadas por ti del interior del corazón.

Saltos cualitativos

La iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción y contagio. El amor y el enamoramiento nos llena de alegría, son contagiosos y atrayentes, nos hace dar saltos cualitativos por encima de lo que atisbamos de lo que nosotros mismos somos capaces.

Tomando impulso

A veces nos quedamos en las cunetas, apartados del camino como el ciego Bartimeo (ciego de Jericó). Aunque ciego, es el que mejor entiende. Sus discípulos no se enteran. Para poder seguir a Jesús y salir de la cuneta es necesario dar un salto, tomar impulso, hacer una opción decidida.

Asumiendo las infidelidades de mi comunidad

Ahora asumo la autoridad espiritual que no es mía, pero que tú me diste, sobre mi comunidad. Asumiendo esta autoridad espiritual, digo:
Perdón Señor, por los pecados de la comunidad que me diste. Los asumo sobre mí, como tú asumiste sobre ti los de tu pueblo y los de la familia, que el Padre te dio. Tú fuiste hasta la cruz y derramaste Tu Sangre por esta familia. Señor, te pido perdón por todos los pecados de pensamientos, de juicios, de palabras, de sentimientos, de emociones que –por mi culpa o sin ella– mi comunidad cometió.
Te pido también perdón por todas las omisiones de mi comunidad. Por todo aquello que mis hermanas y hermanos queridos, hicieron ofendiendo tu Corazón, disgustando e hiriendo a los demás.

Hoy rompemos con el pecado, ya no queremos seguir este camino. Yo y mi comunidad, ya no queremos ser una “hija apóstata”. Ya no queremos quedarnos vagando por caminos errados, por los caminos de la tentación, resbalando en el pecado y dando apertura a él.

2016-02-25 Aprendiendo a acompañar y dejarse acompañar por otros

Aprendiendo a acompañar y a dejarse acompañar por otros. Siéntate con tu imaginación frente al icono de la Trinidad, déjate mirar por el Padre a tu izquierda, siente la cercanía de Jesús frente a ti y la presencia del Espíritu Santo a tu derecha. Siéntate a la mesa con ellos. Ellos te envían y acompañan para que te pongas a caminar al lado de alguien que lo necesite. No quieras cambiar su camino para que vaya a donde tú quieras, sino guíale para que encuentre el suyo propio. Siente también la presencia de la Virgen María. Ella te acompaña como hizo con los discípulos en Pentecostés.

Contemplación

Nuestras sombras nos alejan de nosotros y de los demás. Las intentamos ocultar para no verlas ni permitir que otros las vean. Sin embargo, ocultarlas no impide que formen parte de nosotros, que se acoplen en nuestro subconsciente. La contemplación nos hace convivir con nuestras sombras, desasosiegos, sin buscar razones o motivos, en presencia de nuestra mente que no para de hablar y pensar. Contemplar es estar con el dolor, con nuestros sentimientos y experimentar la compañía y la mirada de Dios. La contemplación necesita de la actitud de desear estar con Dios y aprender a convivir con el sufrimiento. Acoger nuestra tristeza, desconcierto, nuestros miedos e inseguridades, sin deseo de huir de ellos, sin esperar nada a cambio.

Sea hecha tu voluntad

“Sea hecha tu voluntad; y como es hecha en el cielo, así se haga en la tierra” (Mateo 6, 10). Cuando yo pienso en esto, gusto de los que dicen no es bien pedir trabajos al Señor, que es poca humildad. Y he topado con algunos tan pusilánimes (sin ánimo de hacer cosas importantes), que aún sin este amparo de humildad no tienen corazón para pedírselos, que piensan luego se los ha de dar. No hablo en los que lo dejan por humildad, pareciéndoles no serán para sufrirlos; aunque tengo para mí que quien da amor para pedir este medio tan áspero para mostrarle, le dará para sufrirlos. Querría preguntar a los que por temor no los piden de que luego se los han de dar, lo que dicen cuando suplican al Señor cumpla su voluntad en ellos, o es que lo dicen por decir lo que todos, más no para hacerlo (Santa Teresa de Jesús, Camino de Perfección 32, 3).

Escuchan tus palabras, pero no las cumplen

Yahvé le dirá a Ezequiel, quien tuvo éxito en el mundo con su forma visionaria de expresión: “Escuchan tus palabras, pero no las cumplen”. El verdadero fracaso, no es el rechazo del mundo, sino el alejamiento de Dios. Dios se hace presente en nuestros logros, pero también en nuestro dolor y fracaso, porque al acoger a Dios, nuestra rehabilitación sólo puede venir de Él: es más fácil ver a Dios en medio de nuestra debilidad porque al menos no podemos dudar que lo que tenemos no es nuestro, que no somos nosotros los que salimos adelante. Si confiamos de verdad en Dios, el dolor y el fracaso tiene un potencial evangelizador sin precedentes.

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