Tratando de comprender otras vidas acogiéndolas hasta abrir las propias puertas del hogar que uno habita. Explorando la experiencia de ser generoso, de salir de la zona de confor. Viviendo la falta de confianza, la vulnerabilidad, la incertidumbre, el compartir espacios y tiempos, no poder hacer de nuestra capa un sayo. Aprendiendo a ser más gratuito, confiado, desprendido, a pesar de descubrir que uno no es tan gratuito o desprendido como se pensaba. Aterrizando en la realidad, los límites y la propia humanidad. Ejercicios para ser más humano, más uno mismo. Un amigo me decía lo que significó para él que en momentos muy duros de su vida encontrara a personas dispuestas a acogerle, compartir su propio espacio. Por semanas, meses, incluso años. Experiencias que quedaron grabadas con el fuego de la gratuidad y generosidad que las originaron, en la cabeza y el corazón de quienes las recibieron.Experiencias que se multiplican y propagan porque quien fue acogido aprende a acoger, multiplicando y expandiendo aquella tímida e imperfecta gratuidad y generosidad que inició la cadena para cada día ir aprendiendo a en todo más amar y servir.